36: Toronto I

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    Hoy viernes, los pocos días que transcurrieron para que terminara la semana fueron en lo escalable, normal

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    Hoy viernes, los pocos días que transcurrieron para que terminara la semana fueron en lo escalable, normal. Al rededor de las diez de la mañana pasó algo que ni Sam ni yo esperábamos. A esa hora el señor Baker, básicamente el jefe de mi jefa, entró a la oficina de Sam, de hecho no me había percatado de que era el señor Baker hasta que lo detuve cuando estaba a punto de entrar a la oficina de Sam sin autorización alguna.

    —Disculpe— le dije cuando tenía el pomo de la puerta en su mano.

    Se volteó a mí y ahí fue cuando lo vi con claridad, cuando pasó a mi lado, estaba tan distraído que sólo miré pasar a una persona y no al que firma los cheques de todos por aquí.

    —¿Sí, chico?— me preguntó.

    Me quedé mundo, casi lo regaño por atreverse a interrumpir a la ultima persona que quisieras joder en su trabajo —¿Quiere que lo anuncie con la señorita Samantha?— fue lo primero que se me ocurrió decirle.

    Sonrió —No, déjalo, le daré una sorpresa— se dio la vuelta y entró sin ninguna distracción.

    Creo que Sam también estaba algo desatenta porque se percató de él hasta que oyó el sonido de la puerta siendo abierta y luego cerrada.

    Lo siguiente que pasó no lo pude escuchar, sólo los vi a los dos mientras hablaban. Sam levantó  a cabeza y se iba a poner de pie, pero el señor Baker niega con una señal de mano y de hecho él mismo se sentó frente a Sam, luego intercambiaron algunas palabras, no tengo idea qué, él parecía relajado y ella muy atenta y hasta sumisa... Supongo que si hay alguien a quien Sam obedezca aplicada y fielmente, es a su propio superior, el hombre que está a punto de darle un sumamente importante ascenso.

    El señor Baker dice algo y de pronto Sam eleva las cejas y abre los ojos con evidente sorpresa, Baker sigue en su posición sin ninguna reacción, un segundo después Sam salta de su silla con una gran sonrisa. Después de otro corto intercambio de palabras, Baker le da alguna cosa que no pude ver lo que era, lo cual sacó de su bolsillo y una palmada en el hombro, y sale de la oficina.

    Cuando está cerca de mí bajo la cabeza velozmente y hago como que estoy revisando unos papeles...

    —Empaca tus maletas chico— me dice sonriente con un tono como si fuera mi amigo.

    «¿Qué?». No entiendo que rayos me acaba de decir.

    El tono del teléfono resuena, miro a Sam y ella tiene el suyo en la oreja.

    —A la una terminamos aquí— habla como siempre, como si hace un segundo no hubiera saltado se su silla de la emoción —, ve a casa y empaca, a las seis tenemos que estar en el aeropuerto.

    Arrugo el entrecejo en una clara señal de confusión. «¿Qué?».

    No le digo nada, me levanto y entro a su oficina.

Lo bueno de NO enamorarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora