No todos los cuentos son de amor.
No todas las princesas esperan a su príncipe azul.
No todos los príncipes son perfectos.
No todas las villanas son las antagonistas.
No todos los cuentos tienen un final feliz...
Y Samantha lo aprendió.
~ACTUALIZACI...
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Cuando volvimos a la fiesta la mayoría de personas estaban adentro de la casa, haciendo no sé qué actividades de despedida de soltera, jamás había estado en una despedida de soltera, había estado en la despedida de soltero de mi hermano en un club en Manhattan, cosa que no quiero recordar en este momento.
—Creo que aún quedan rollos de salchichas en la cocina— me comenta Sam cuando vemos a varías personas tertuliar en la sala.
Este día ha tenido buen apetito y me alegra porque entre semana casi no come por estar trabajando.
—Vamos. Haría un chiste sobre las salchichas, pero no creo que sea lo más apropiado.
—Adelante, hazlo, de todos modos las únicas salchichas que veré en esta despedida serán las de los rollos.
—Sí, le faltan algunos strippers a esta fiesta.
—Definitivamente.
En la cocina los pocos meseros estaban algo relajados sin nada qué hacer pero apenas nos ven entrar todos se paran derechos y como listos para recibir una orden, una chica pelirroja se acerca a Sam.
—¿Necesita algo, señorita?
—No, realmente. ¿Quedaron rollos de salchichas?— directa.
—Sí, ¿quiere que se las sirvamos?
—Me encantaría y dos cócteles también.
—Enseguida.
—Nos quedaremos por aquí ustedes finjan que no estamos— le indica sentándose en el banco de la isla y yo la sigo.
Puedo escuchas como esta pelirroja le dice a los demás meseros en traje blanco y negro que vayan afuera a dejar el lugar impecable. Mientras nos trae lo pedido y nos deja solos.
Está yendo a la gaveta que está sobre la barra, se sube a esta para alcanzar más arriba, noto como se baja un poco el vestido que se le subió con el esfuerzo. Me muestra dos botellas que toma de un rincón
—¿Vodka o ron?— se voltea para preguntarme.
—Ron.
Devuelve una botella y baja de la barra. Y nos sirve alcohol en los cócteles.
—Espero que mi madre no nos atrape.
—Nunca nos atrapó, ni siquiera cuando hicimos una fiesta y enbriagamos a Valery.
Se ríe —Vomitó hasta el suelo del baño. ¡Y descubrí a la gata lamiendo ese suelo!
—¡No! ¡Que asco!— terminamos de reír en un rato.
Escuchamos a lo lejos el ruido que las invitadas hacen.