No todos los cuentos son de amor.
No todas las princesas esperan a su príncipe azul.
No todos los príncipes son perfectos.
No todas las villanas son las antagonistas.
No todos los cuentos tienen un final feliz...
Y Samantha lo aprendió.
~ACTUALIZACI...
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SAM
Juro que nadie hubiera arruinado mi humor en todo el día, hasta que me topé con la cucaracha insufrible con pésimo gusto de Dimitri y su feo saco color verde vomito.
—Hola, Sam— me dice para tratar de ser cortés cuando es evidentes que los dos no odiamos.
—Hola, Dimitri— de paso lo ignoro y continuó con mi camino.
—¿Entonces había reunión con el jefe y no me enteré?
Oh, si, sabía que si andaba rondado era por algo. Déjenme decir que si Dimitri anda por aquí y por allá siendo amable y preguntado cosas es porque quiere averiguar algo, este imbécil es mejor conocida como la chismosa de la oficina, sabe todo de todos, o bueno, pretende hacerlo; el chisme que no tiene completo lo termina él mismo.
—Uh. ¿Y me pregunto quién te habrá avisado que yo estaba en la oficina del jefe? Si se supone que deberías estar en tu oficina haciendo tu trabajo.
Caminamos juntos y a lo largo veo a Joshua el recepcionista mirándonos para nada disimulado, cuando se percata de mi presencia hace como que no estaba haciendo nada.
Y de vez en cuando tiene ayuda de por ahí, para conseguir sus chismes.
—No, tan sólo fue una coincidencia toparme contigo— arruga la cara. Cree que soy imbécil y le revelaré algo sobre lo que pasó con el jefe, ja, la broma es para él, porque cuando descubra que la nueva jefa voy a ser yo se va a tener que tragar todas sus palabras y lamerme los zapatos para que su cuello esté a salvo.
—Bien, espero que las próximas coincidencias que tengas las tengas en tu oficina o lejos de mí, porque yo si tengo una vida y un trabajo del cual ocuparme.
Apresuro el paso y con mi venenoso comentario doy por terminada nuestra conversación. Llego a mi oficina y veo que Simon está en su escritorio con mi café a un lado.
—Al fin te dignas venir— es lo único que le digo, ni siquiera lo veo a los ojos, sólo tomo mi café y cierro mi puerta. Espero que entienda mi indirecta.
Bueno, no por nada me gané la fama de morder a la gente, pero vamos, que me teman es mucho mejor que me traten como una muñequita estúpida de doce años.
—¿Qué le compraste?— le pregunté a Nick mientras íbamos caminado por la acera.
—Unos calcetines.
—Uf, pésimo regalo— comenté con diversión, sólo quería bromear, no lo estaba molestando en serio.
—¡Ah sí! ¿Y qué le compraste tú?
—¿Yo? Un agua perfumada con brillitos— dije echándome aires de grandeza.