Capítulo 35 - Hablando Claro

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Mi nanotatuaje se había activado levemente. «Quizá es una indigestión o quizá funcionó», había dicho Rita sonriente luego de revisarme «Mañana salimos de dudas, tratá de dormir un poco». Pero llegó el amanecer y yo seguía sentada frente al televisor pensando en no pensar.

Fuimos muy temprano al instituto para hacerme unos análisis. Rita me extrajo algunas muestras de sangre y me dijo que esperara.

Cada vez le costaba más moverse, hasta me daba un poco de pena verla trabajar. Por eso fui a la cafetería a conseguirle algo de comer. 

Me sentía a gusto en el instituto, la gente ya no se sorprendía al verme. Volví a la oficina de Rita, pero sólo encontré a Evan. Mis entrañas se retorcieron de rabia. No sabía si estaba lista para escuchar sus mentiras, excusas, disculpas, o lo que fuera que iba decirme. Sentía que iba a estallar en llanto o en insultos o en ambos, pero logré controlarme y él dijo:

― Siento mucho lo de ayer...

― No importa ―le corté al instante.

― Yo no sabía que Isabel iba a estar allí y mucho menos que pensaba...

― No importa ―repetí más enérgica.

― Dejáme hablar por favor ―yo rodé los ojos pero a él no le importó― te juro que todo es un malentendido, yo no sabía que mi mamá la había invitado, nosotros ya habíamos terminado.

― ¿Ah sí? Y entonces por que Isabel y toda tu familia pensaban lo contrario.

― ¡No sé! te juro que hablamos y le dije que quería alejarme, que necesitaba tiempo para...

Una carcajada irónica y exagerada brotó de mi garganta.

― "Tiempo" ―repetí burlona― Peter y yo a menudo nos dábamos "tiempo" sabes, te conté que estuvimos juntos muchos años verdad, pues, a veces nos aburríamos o nos daban ganas de coger con otras personas y entonces decíamos que necesitábamos «tiempo».

― No es lo mismo ―dijo ofendido.

En ese momento entró Rita, su rostro cansado se iluminó al ver la bandeja con comida. Tomó su sándwich y luego dijo:

―Que cara tienen, tranquilos, al fin llegó el momento de la verdad.

Ella me entregó un papel y de inmediato procedí a leerlo; un logo, un encabezado, mis datos, lo pasé todo superficialmente hasta que llegué a la palabra «positivo». Me paralicé, fue como tener muerte cerebral, un paro cardiaco, un paro respiratorio, un dolor de estómago, todo al mismo tiempo. Rita sonreía de oreja a oreja esperando a que yo dijera algo pero yo no podía moverme.

―¡Felicidades! ―dijo ella lanzándose a abrazarme. Me apretó fuerte y meció en sus brazos por un rato. Yo seguía en shock. Entonces Rita me soltó y abrazó a Evan.

―Felicidades Evan ―le dijo― sé que vas a ser un gran papá.

―¡¿Qué?! ―exclamé confundida― No, no, no, no ¡no! Evan no es el papá.

―¿Qué? ―dijo Rita divertida― No hay duda de eso, yo misma puse su esperma en tu óvulo.

― Exacto él solo es el donador, de donde yo vengo el donador y el papá son dos cosas muy distintas ―expliqué.

―Pero no estamos en tu colonia ―dijo Evan con voz grave.

―¡¡¡Calláte Evan!!! ―grité furiosa― Rita los padres son adultos autorizados para rebcibir un bebé y criarlo, los donadores son otra cosa, ellos solo proveen el material genético ―la doctora me escuchaba atenta y aunque comprendía lo que le estaba diciendo, no parecía estar de acuerdo. Yo traté de ser más clara― En donde yo vivo ni siquiera importa si los donadores ya están muertos. Lo único importante es que el óvulo y el esperma den buen resultado juntos y que el receptor sea un adulto capaz, yo soy ese receptor, yo soy la mamá pero Evan no tiene nada que ver en esto, él nunca dijo nada sobre ser el papá.

Ada y EvanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora