Capítulo 39 - Algo pasa con el bebé.

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Tuve miedo durante todo el camino, era como si desearan mantener mis movimientos en secreto.

Finalmente llegamos a la salida donde esperaba una pequeña comitiva de autoridades, también vestidos con trajes de protección. Solo Angie y Douglas estaban al descubierto. Llevaban 3 maletas, las cuales al parecer habian sido cuidadosamente revisadas y autorizadas porque tenían varios precintos.

Cuando llegué, iniciaron con la lectura del protocolo. Angie apretaba mi mano con fuerza mientras escuchaba la sentencia. Era un discurso terrible, escrito hacía más de cien años para los desertores o inadaptados de la colonia. Yo quería gritarles que no sabían nada, que eran unos idiotas y unos ignorantes, que nunca volveríamos, no porque ellos nos lo prohibieran sino porque no los necesitábamos, pero no dije nada, en el fondo de mi mente, la idea de estar cometiendo un gran error no dejaba de parpadear como una pequeña alarma.

Recorrí los rostros de los presentes tratando de adivinar que pensaban de nosotros y entonces vi a Peter. Mi corazon se alegró al verlo. No habíamos vuelto a hablar desde antes de la audiencia, pero el hecho de que estuviera allí me daba una pequeña sensación de cierre. Le sonreí y el sonrió levemente, creo que no habían terminado el protocolo, cuando sin darme cuenta me acerqué a donde él estaba.

Hubo un silencio y un retroceso general entre los presentes. Solo Peter permaneció quieto. Al darme cuenta de lo que había hecho, quise devolverme a mi lugar, pero Peter se acercó a mí, ante la mirada incómoda de todos.

―Gracias por venir ―le dije.

―Era lo menos que podía hacer ―respondió. Se quitó el casco y me dio un largo abrazo―. Hasta siempre Ada
― dijo dándome un suave y tembloroso beso en mejía.

Regresó a su lugar, sus compañeros pusieron distancia, pero en lugar de sentirse mal, sonrió con descaro. Le sonreí orgullosa.

Terminamos con las formalidades y subimos  al auto que nos llevaria afuera del último perímetro de La Catedral, eran como las nueve de la noche del once de agosto.

Angie acariciaba su vientre mientras admiraba el paisaje. A pesar de la calma y el silencio de afuera, la tensión de todos era palpable.

Le pregunté a Angie si había conseguido lo que le había pedido y me dijo que estaba en las maletas. Al bajar del auto, revisé el equipaje para asegurarme de que no nos estaban rastreando por medio de algún dispositivo. Revisé minuciosamente pero no encontré nada. Asi que nos abrigamos, dividimos la carga y comenzamos a avanzar.

Ellos tenían miedo del ambiente, yo tenía miedo de no encontrar a Evan. El cielo estaba lleno de nubes y yo no podía orientarme por la estrellas para encontrar el punto de extracción. Traté de guiarme por la posición de la luna que era un poco visible, pero no me sentía del todo segura.

Caminamos despacio, yo intentaba disimular mi preocupación, pero las preguntas y las quejas de Angie y Douglas iban en aumento. Entonces Buterflii vibró. Fue un alivio para todos, Evan estaba cerca. Sólo debíamos asegurarnos que nadie estuviera espiandonos antes de reunirnos. Avanzamos un poco más y fui reuniendo leña para hacer una fogata y acampar. Al salir el sol enviaría a Buterflii a revisar los alrededores y si todo estaba bien, pronto volvería a los brazos de mi mono.

Angie no lucía bien, de hecho estaba muy incómoda, se quejaba del dolor de sus pies, de tener que ir al baño como animal, de que  moría del hambre, de que el humo de la fogata le irritaba los ojos, de que el suelo era muy duro para descansar y de que le dolía mucho el vientre.

Lo último me preocupaba bastante, no quise esperar más, con la ayuda de Buterflii, revisé los alrededores y no encontré señales de que alguien nos siguiera, el problema era que aun estábamos muy cerca de la colonia y que aunque contactara a Evan, no tenia coordenadas o puntos de referencia para establecer un sitio de encuentro. No sabía que hacer, si algo le pasaba a Angie o a Gabriel jamás me lo perdonaría.

Ada y EvanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora