"No voy a dejar que te pase nada" había dicho Evan cuando salimos del bunker, "ya lo sé" había sido mi confiada respuesta.
Dejamos oculto el bunker, las bicicletas, mi mochila, Bii, todo lo que hablaba sobre quien era yo o el viaje que habíamos hecho.
Nos encaminamos por la montaña empinada en medio del bosque frio y espeso. Salimos muy temprano y caminamos sin parar por horas, ni siquiera paramos para comer, fuimos comiendo y bebiendo por el camino. Dormimos sobre un árbol y sin hacer fuego, íbamos bien abrigados.
El camino era duro, lleno de pendientes resbalosas y de huecos ocultos bajo las hojas, pero Evan seguía diciendo que faltaba poco.
El ocaso del segundo día se acercaba cuando Evan se detuvo en medio de la nada, yo conocía ese gesto, él había detectado algún peligro. Me quedé quieta y en silencio para que él pudiera identificar lo que escuchaba. Un gesto de alarma se instaló en su rostro y apresurado volvió hacia mí, me puso las esposas, me cubrió la cabeza con la capucha del sudadero y por último metió la mano en el bolsillo de mi pantalón para sacar mi píldora negra.
―No vayás a hablar ―dijo ―. Aunque te digan lo que digan no contestés nada.
Yo no entendía que estaba pasando, pero la actitud de Evan me ponía muy nerviosa. Dos viejas motocicletas aparecieron entre los arboles y antes de que pudiéramos hacer algo, los conductores nos rodearon apuntándonos con sus grandes armas.
―¿Evan? ―dijo uno bajando el arma.
―Sí, que hubo ―respondió él mientras saludaba con la mano.
―¡Puta vos que sorpresa! Todos te hacíamos muerto.
―Ya ves, mala hierba nunca muere.
―¡Ramiro! ―gritó el hombre alzando la mano hacía mí, al parecer me tomaba por el primo de Evan.
Mi silenció los desconcertó y entonces me observaron con más atención volviendo a levantar sus armas. Evan se interpuso levantando la mano para indicarles que se detuvieran.
―¿Quién putas es? ―indagó el hombre.
―La encontré cerca de una zona de exclusión ― dijo Evan retrocediendo a donde yo estaba. Me bajó la capucha y cuando mi rostro quedó descubierto añadió―. No sé si es seguro acercarse mucho.
Los dos hombres me miraron con asombro y comenzaron a conducir a nuestro alrededor para mirarme mejor.
―¿Y habla? ―preguntó el segundo hombre.
―Un poco ―dijo Evan―, pero mejor la llevo donde la doctora Cantil para que me dé su opinión.
―Sí mejor, imagináte que la vendés y resulta radiactiva.
¿Venderme? ¿De qué diablos estaban hablando y por qué Evan les seguía la corriente?
―Entonces vas para el centro. ¿Querés jalón? Allá arribita está el pickup te podemos llevar ―ofrecieron.
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Ada y Evan
Science FictionEn un mundo postapocalíptico, una joven de una colonia subterránea inicia una travesía que la lleva a cambiar su concepción del mundo y la sociedad en que vive. Con la ayuda de un inesperado acompañante recorre las tierras desoladas de Norteamérica...