Capítulo 40 -El Final

16 0 0
                                    

Angie se quejaba cada vez más y más.  Douglas trataba de calmarnos a todos, nos dijo que probablemente el trabajo de parto había iniciado y que a eso se debía la mucosidad, pero que no había de qué preocuparse, aún quedaba tiempo. Angie le decía que la revisara, pero él insistía en que era demasiado peligroso manipularla sin desinfectarse.

Evan y yo los escuchábamos tratando de decidir que hacer, si continuábamos hasta Tze Qyaq tardaríamos varias horas más porque el camino en auto era más largo, además, al vernos llegar acompañados de otros dos extraños, lo más probable era que no nos recibieran bien. Pero Angie y Gabriel podrían estar en peligro y aunque Douglas era doctor, no mostraba suficiente determinación para hacerse cargo, Evan y yo percibíamos en él cierta inseguridad, quizás se sentía nervioso por estar fuera de la Catedral.

Finalmente, cuando llegamos al bunker, Evan decidió ir por la Doctora Cantil en motocicleta.

Yo no estaba satisfecha con esa decisión, no quería que me dejara en esos momentos, mi mente se hallaba al borde de un ataque de ansiedad.

Douglas y yo llevamos Angie al uno de los dormitorios. Le costaba caminar, pero una vez acostada en la cama, pareció relajarse.

Douglas me pidió agua para desinfectarse. Iba preparado con guantes, ropa estéril e instrumentos básicos para atender parto, pero mientras hacíamos los preparativos, se mostraba torpe, inseguro.

Me hizo revisar la pureza del agua, la contaminación del aire, la radiación, parecía más un inspector de salubridad, que un doctor a punto de atender el parto de su hijo. Angela y yo estábamos hartándonos, ni siquiera la había revisado y los dolores ya eran cada vez más fuertes y frecuentes.

De pronto escuché voces y pasos acercándose por el pasillo. Rita apareció en la puerta seguida por Evan.

-Doctora Rita Cantil, mucho gusto. ¿Cuánto tiene de dilatación? - preguntó sin más

Douglas comenzó a balbucear, Rita lo escuchaba asintiendo con la cabeza, mientras se preparaba para comenzar a trabajar. Rápidamente se vistió, se desinfectó y antes de que nos diéramos cuenta tenía los dedos dentro de mi hermana.

Todos nos sentimos incómodos, ella sin inmutarse, dijo.

-Ya casi estamos listos, los felicito por tener todo preparado, buen trabajo. Yo me encargo ahora. Te puedes retirar Evan.

Yo iba a salir también, pero Rita insistió en me quedara para apoyar a mi hermana.

Más o menos veinte minutos más tarde, salí de la habitación. Evan se acercó a mí inmediatamente. Yo lo abracé y comencé a llorar.

-¿Qué pasó? 

- Fue horrible. - Dije casi sin poder hablar.

-¿Qué? Ada, háblame ¿Qué pasó?

Yo no dejaba de llorar, no podía controlarme. -Nada, los dos están bien, pero el parto es algo horrible, no quiero pasar por eso nunca.

Evan sonrió mientras me abrazaba, sus brazos seguían siendo mi lugar feliz, mi lugar seguro. Estaba en casa cuando estaba con él, no había duda.

En el dormitorio, Douglas sostenía orgulloso a mi pequeño sobrino, una criatura de piel suave y rosa, que se succionaba el pulgar con calma, totalmente ajeno al terremoto que se había desatado entre nosotros desde el día en que nos enteramos de su existencia.

Ya todo había terminado, para bien o para mal, allí empezaba una nueva historia para nosotros cinco.

Los días fueron transcurriendo rápido, entre pañales, biberones, reparaciones, subastas, compras, audiencias, papeleo y muchas otras cosas. Evan y yo tratábamos de repartirnos los pendientes de la forma más eficiente posible, para poder tener algo de tiempo para nosotros dos, pero la verdad, eran pocos los momentos que teníamos a solas. Obviamente, los aprovechábamos al máximo, hasta decidimos desactivar las cámaras del bunker para que no nos pillaran.

Ada y EvanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora