Capítulo 35

2.7K 231 319
                                    

35. Un sueño y una pesadilla


—¿Seguro qué no quieres que te lleve? —preguntó el chico.

—No, prefiero caminar —sonreí.

Nos despedimos con un beso en la mejilla. Creo que nuestra pequeña relación había llegado a su fin, pero continuábamos siendo buenos amigos. Este se fue corriendo al auto de su mamá a través de la lluvia tapándose con su mochila.

Suspiré emanando vapor de mi boca, y con el paraguas en mano empecé mi camino a casa. La lluvia me hacía un poco triste ya que no me gustaba, siempre sentía frío en ella y mis manos siempre se encontraban rojas. Tenía puesto mi bufanda de conejo que era un gorro al mismo tiempo.

—Paso, salto, paso, salto —saltaba esquivando las líneas en las veredas.

A lo lejos escuche un maullido. Mis ojos se dirigieron a un pequeño ser de color blanco con manchas negras, este se encontraba en lo alto de un árbol no pudiendo bajar. Mis ojos se abrieron del miedo y sin pensarlo dos veces fui ayudarlo.

Mire hacia arriba dejando el paraguas con mi mochila a un costado «¿Cómo voy a subir?» Me pregunté. El gatito no dejaba de maullar. Apoyé mis pies en las ramas del árbol y con lentitud fui subiendo el tronco sin mirar hacia abajo. Llegué donde él sentándome y estiré mi brazo para tomarlo, pero él no se dejó, continuaba llorando.

—Déjate tomar —le suplique.

Sentí como si su mirada fuera de desprecio ¿Tan pequeño y así? Seguía maullando hasta que fue bajando de a poco por un costado del árbol.

—¿¡Es en serio michi!? —exclamé desconcertada.

Bajo hasta correr por la calle a refugiarse de la lluvia. Mire hacia bajo, estaba muy alto y yo era tan pequeña como para dar un salto ¿Cuándo iba a crecer? Sentí miedo y ahora esperaba que alguien viniera ayudarme.

Ya había aprendido la lección de no ayudar a los gatos a bajar de los árboles.

No sé cuánto tiempo me quede esperando, sólo sabía que ya estaba empapada entera, tal vez me iba a dar un resfriado. Mis botitas de agua se habían llenado con la lluvia mojando mis pies. A lo lejos vi a un niño acercarse, no traía paraguas y se veía muy feliz bailando ridículamente bajo el agua. Cantaba una canción demasiado fuerte que no conocía. Sentí ganas de llamarlo, de gritarle, pero me daba un poco de vergüenza porque no lo conocía. Quería a mi mami o papi. Entonces volví a mirar mis piecitos.

—¿Te crees gato?

Alguien preguntó de forma graciosa y mis ojos se desviaron a la voz varonil. Era el niño que había visto hace unos momentos. No podía verlo bien ya que ahora se había puesto el gorro de su chaqueta, tenía unos audífonos grandes de color azul marino.

—Quise ayudar a un gatito y él no se dejó ayudar —hice un mohín.

—Los gatos saben bajar de lo alto y caer en sus cuatro patas.

—Ahora lo sé.

Sin decir nada se sacó su mochila y sus audífonos. Su gorro salió de su cabeza mostrando sus cabellos. Eran oscuros, estos se volvieron a mojar al instante con la lluvia.

—Salta —estiro sus manos—. Yo te atrapare.

—Pero tengo miedo —dije temblando.

—No dejes que el miedo se apodere de ti ¿confías en mí? —sonrió aquel niño.

No lo conocía, pero traía el uniforme de mi establecimiento, supongo que eso era algo bueno. Al parecer era un poco más grande que yo.

Estrella de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora