Capítulo 12

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12. Un nuevo hogar y un nuevo beso


Me coloqué la toalla para salir de la ducha. Al fin me darían de alta, ya no aguantaba más estar en este lugar. Mi hermano había traído ropa y otras cosas que le pedí. Rabito se encontraba conmigo dentro del baño mientras lengüeteaba mis piernas causándome cosquillas.

—Rabito basta —no me hizo caso—, Rabito basta, basta —arrastre las palabras en queja causando que me mirada. Alrededor de sus iris se encontraban blancos, era muy loco este perro—. ¿Puedes dejar de hacer eso? —aun mirándome dio una última lengüeta para luego sentarse en una esquina sonriendo.

Tome el celular de Charlie que me había prestado para colocar una música mientras comenzaba a vestirme, era bueno hacer las cosas mientras escuchabas música a veces.

Algo grandioso que paso es que pudieron encontrar mis cosas detrás de todos los escombros de aquella casa, mi hermano también me los había traído, antes no pudo porque era evidencia y claro tenía que limpiarlos. Mi mochila no había quedado como antes, sin embargo, dentro todas las cosas si estaban como antes ¡Hasta mi libro!

Me había traído un suéter negro —delgado— con franjas blancas y unos shorts de mezclilla, me mire mis piernas.

—Están más blancas de lo normal, necesitan un poco de sol —comenté en voz alta. 

Rabito me observaba mientras ladeaba su cabeza de lado a lado.

Me miré al espejo y miré extrañada mi suéter que aún me quedaba desde que era más pequeña.

No se nota por tu ropa emo.

Aún me queda algunas prendas de cuando tenía once.

Lo sé.

¿Qué?

Nada.

Si, desde los once me vestía así cuando papá se fue como comenté antes, era extraño que aún me quedara, pero cambié mi forma de vestir a los catorce un poco ¿más alegre?, pero si con más color, lo único malo de eso es que a esa edad mamá se fue como lo saben, pero no volví atrás con la ropa oscura... al menos, no del todo.

Odiaba cuando decía "Nada o no te preocupes".

Recordé aquella conversación que tuvimos ¿Por qué había dicho eso? A veces el chico decía cosas sin sentido, como si me conociera, lo cual lo dudaba, porque si no yo también tendría que recordarlo ¿no? Negué, nunca lo había visto en mi vida, sólo eran tonterías que hacía para molestarme.

Busqué en mi neceser mientras tarareaba la canción que sonaba el maquillaje para quitar al fin la cara de zombie que traía desde que llegué aquí. Decidí colocarme sombras de un color naranja bajo, enchiné las pequeñas pestañas que tenía para luego colocarme mascarilla, delineador y por último el infaltable brillo labial. Nunca me ponía pestañas postizas porque me daban miedo pincharme un ojo por mi torpeza.

Cuando terminé me miré al espejo con detenimiento, faltaba algo. Busqué rápidamente en mi mochila hasta que los encontré, estaban en perfecto estado y más feliz no podía estar. Estúpida.

Me los coloqué recordando cuando me los había regalado. Quería abrazarlo, pero me resistí y en vez de eso recibió un golpe en su pie.

¡Ya veía otra vez! La semana había sido tan difícil sin ellos. Los dolores de cabeza al fin se habían ido.

Cuando estuve lista con todo proseguí a salir.

—¿Vamos fiel compañero? —este ladro moviendo su colita—. Shhh en silencio —me arrodille abriendo el bolso de mascotas—. Debes meterte aquí para que salgamos pronto de este feo lugar —acaricie su mollera y él prosiguió a entrar, me lo coloque en el hombro y busque en un bolsillo de este sus premios—. Toma buen chico.

Estrella de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora