Capítulo 36

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36. Te defiendo y recuerdo aun cuando no estés conmigo 


Mi perrito se mejoró de su patita por si a alguien le importaba ¿qué? Olvídenlo estoy loca.

Hace tres días vi a mi hermano con sus nudillos lastimados, le pregunté que le había pasado y me dijo que a su novia le habían faltado el respeto; y él no se resistió. También me dijo que no le volviera a preguntar y respeté eso.

Jordán quiso hacer algo con el Voldemort de mi vida, y le dije que no porque estaba bien —trataba—, sin embargo, igual fue a su casa mientras que con Agustina le decíamos que no lo hiciera. No estuve presente porque no quería, me lastimaba y me hacía recordar cosas que pasamos juntos y en cómo había terminado todo.

Nosotras estábamos detrás de unos arbustos mientras veíamos a nuestro amigo dándole unos buenos golpes, broma, pero si le decía cosas con su semblante de querer golpearlo. La verdad, no quería que ninguno de los dos se hiciera daño. Los quería.

Agustina me comprendía, pero también me decía que tenía que hablar las cosas porque lo que estaba haciendo era algo inmaduro y que tal vez lo que hice o lo que dije lo hice con la cabeza caliente, y por esa razón era mejor que cada uno hablara. Después de eso cada uno llegaría a una solución, tenía razón, pero no sentía bien como para hablar las cosas, aún no.

Algo que me fije era que, aunque estuviéramos lejos, Jonathan tenía marcas de heridas en su rostro, demasiado pronunciadas y me hizo pensar que tal vez por eso Jordán no lo golpeo.

Eso también me hizo cuestionar si mi hermano tenía algo que ver por sus heridas y si lo que me había dicho había sido una mentira. Todo encajaba muy bien.

Me llego una notificación.

Número desconocido.

¿Podemos hablar?

Rodé los ojos bloqueando el celular guardándolo en mis bolsillos. Había pasado algunos días, pero mi estabilidad emocional no estaba al 100% y odiaba eso. Además de que estábamos en épocas de frío, mi humor y tristeza eran insoportables.

—¡Ánimo y más rápido señorita Brown! —gritó el entrenador.

—¡Eso intento!

Siempre iba a odiar el frío, no había nada, ni nadie que me hiciera cambiar de opinión. Estar en shorts en educación física mientras el frío viento corría y uno intentaba correr o trotar, no era el mejor panorama del mundo y con mis manos en los bolsillos de la sudadera de Derek no ayudaba mucho. Su sudadera me llegaba más debajo de la rodilla y tenía un aroma a colonia muy varonil. Mis manos al igual que el rostro estaban rojos. Ya se imaginan como estaba.

—¡¡Vamos Ami!! ¡¡Tú puedes!! —gritó Derek tomándome de la mano dándome ánimos.

Mis amigos no habían venido hoy, ambos se resfriaron. No habían venido muchos estudiantes por el frío así que por esta vez juntaron la sección de Derek con la mía. El chico era una buena compañía.

—¡No quiero! —agonice dramáticamente.

Pero él no me hizo caso y tomó mi mano con más fuerza empezó a correr conmigo. Torpemente trataba de seguirlo pasando a los demás estudiantes por mis costados.

—¡¡Así se hace Yano!! —aplaudió el entrenador— ¡¡Ese es el espíritu que yo quiero!! ¡Aprendan los demás!

Hubiera dicho "Espíritu mis bolas", pero no tengo bolas, así que digo: ¡Espíritu mis tetas! ¡No quería hacer deportes!

Estrella de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora