Prólogo

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Prólogo


La lluvia de problemas había terminado por ahora y aquella muchacha se encontraba sentada en la rama de ese árbol hermosamente gigante mientras que sus pies colgaban. Su cuerpo temblaba por el frío que hacía y de sus labios emanaba ese vapor tan peculiar. Ella se cubría torpemente con un abrazo su cuerpo para que este se abrigara mientras maldecía por esta estación.

La época de invierno no había llegado, pero el clima se había vuelto algo loco.

El chico la observaba divertido mientras ella se quejaba. Él no sentía frío, le encantaba cuando el clima se encontraba así.

La laguna que observaban se encontraba congelada y todo a su alrededor se encontraba en una fina capa blanca brillante.

—No entiendo porque me trajiste aquí —expresó de mal humor la chica—, sabes que odio salir de casa.

—Era un buen día para reflexionar —se encogió de hombros aquel muchacho.

—¿Es joda no? —preguntó incrédula—. Sabes que detesto el frío y me traes para sentarme en un árbol a observar la nada —mientras hablaba salía vapor por sus labios.

—Eres Rodolfo el reno con esa nariz —se burló recibiendo un golpe por parte de ella—. Acéptalo, es un lindo lugar con esta nieve.

—¿Sabes que la nieve quema no? —enarcó su ceja— Quema peor que el verano. Jamás comprenderé porque te gustan los días fríos o el invierno —se cruzó de brazos.

—Al igual que yo jamás comprenderé porque te gusta el verano o los días soleados —se ruborizo expresando aún más su odio hacia esa estación.

Se quedaron callados por unos minutos. Las manos de ella, aunque estuvieran con guantes se encontraban sumamente congeladas y rojas, ni movilizarlas podía. En cambio, él se encontraba con sus manos tibias, no tenía guantes ni tampoco gorro porque ella se los había quitado, él tampoco protestó cuando pasó aquello.

La vista de ella volvió donde él, observando sus perfectas facciones ¿Cómo su rostro no estaba rojo por este frío?  Se preguntó sin encontrar alguna respuesta. Siguió observándolo sin descaro alguno.

Era guapo en verdad, mucho.

Entrecerró sus ojos para observarlo mejor, no había traído sus lentes ya que cada vez que se colocaba bufandas, estos se opacaban al momento de respirar. Desventajas de ser cuatro ojos.

—Si cobraría por cada vez que me miras así, seria millonario —hablo mirándola con egocentrismo causando que las mejillas de ella tomaran color.

—Idiota —se movió en su lugar mirando hacia otro lado —, como si no tuviera otra cosa que hacer.

—Al parecer no ya que siempre te gusta contemplar mi hermosura —se acercó hasta su oreja—, ¿o no? —preguntó en voz ronca causando que ella se ruborizara.

—¡Deja de hacer eso coño! —se enfureció—. Te detesto.

—Si me detestaras tanto como dices no habrías aceptado mi invitación —chasqueo la lengua con orgullo.

—No acepte —se cruzó de brazos—. Tú me trajiste a las fuerzas.

—Qué te haya tomado en el aire sin tú permiso no significa que te haya obligado —elevo su labio inferior—, no pusiste resistencia.

—¡Te pateé en la entrepierna! —gritó.

—Deja de gritar chillona —llevo sus manos a las orejas—. Estas loca, no sé de qué hablas —se burló.

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