Capítulo 18 - II

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18. Un beso que no sabe a chocolate y confesiones inesperadas - II


Caminábamos en silencio por las calles algo desoladas. No hacía frío por el solo hecho de que ya había comenzado el verano y eso era agradable, muy agradable. 

Él silbaba una melodía mientras arreglaba su mochila en su hombro. Teníamos que ir hasta las estaciones de trenes que quedaba algo lejos. Me había preguntado si quería que tomáramos un taxi o un autobús para llegar más rápido, pero le dije que prefería caminar porque la noche estaba muy linda y él aceptó con una sonrisa en su rostro.

Pasamos por una plaza. En esta se encontraba una gran pileta en el medio, asombrada la miré porque cambiaba de colores por las luces que salían de ella. Corrí hasta el lugar arrodillándome para tocar el agua, mi mano se tornaba de diferentes colores. Era simplemente hermoso.

Era la primera vez que estaba lejos de casa, en la noche y con alguien.

—¿Chica de los libros? —preguntó. 

Dirigí mi vista hacia él, se encontraba a un lado mío sentado en la pileta mirándome con atención.

—¿Si chico de los audífonos? —pregunté con burla.

En vez de decir algo tomo un poco de agua mojándome, parpadeé un par de veces tratando de enojarme, pero no pude y le devolví la acción, este se sorprendió para luego colocar una cara de malicia. Comenzamos una guerra de agua entre risas y miradas. Sus ojos brillaban tal vez por las luces al igual que los míos.

De pronto me tomo de la cintura desprevenida y nos lanzamos al agua mojándonos por completo.

—¿¡Por qué hiciste eso Tarado!? —trate de sonar enojada.

Pero simplemente ahora no podía porque sus cabellos tapaban sus ojos como un perrito.

Destapó su rostro con un movimiento sexy—Es que te hacía falta un baño Pulguita —cubrió su nariz.

Le tiré más agua, aunque ya estuviera empapado. Salí con rapidez de la pileta revisando mi celular, estaba en perfecto estado, ser un ladrillo tenía sus ventajas. Lo volví a guardar para luego escurrir el agua de mis cabellos en el césped, esta vez lo llevaba suelto en una vincha. Los lentes se habían secado rápido. Él salió del agua escurriendo como un pato mojado, uno muy lindo. 

Abrió su mochila sacando una chaqueta delgada de color azul marino, la cual también estaba mojada porque el muy tonto se tiró con todo al agua. Sin decir nada la coloco por encima de mis hombros.

—¿Sabes qué esta mojada no? —levanté mi ceja divertida.

—Lo sé —se encogió de hombros—. Quería sentir lo que es ser un personaje literario.

—¿Cómo? —junte mis cejas.

—Ya sabes. El chico malo y la chica buena, el popular y la nerd, la estrella de rock y la fanática enamorada —me examino—. Pero no sé qué personaje serías tú —me señalo— o yo —se señaló.

—La cuatro ojos y el musculoso sin cerebro —bromeé y este rio.

—Pero yo si tengo cerebro —levantó su ceja—, y tú no eres cuatro ojos. Más bien, tus ojos son una obra de arte que deben estar protegidos.

Rodé los ojos—Tú y tus cosas sin sentido.

Imitó mi acción—Ya te he dicho que tienen sentido para mí. También quería hacer esos clichés, como cuando el chico le entrega su chaqueta a la chica porque tiene frío —me señalo de arriba hacia abajo con su mano extendida.

Estrella de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora