Capítulo 6

4.4K 338 416
                                    

6. Un obsequio y personas no tan agradables 


Teníamos que dar un examen de matemáticas. Jordán me estuvo enseñando todo lo que sabía, pero muy buena que digamos no lo era, me resultaba más fácil literatura ¿Las matemáticas para qué me iban a servir? ¿Acaso iba a ir al supermercado a pedir 1/4 de queso? No, claro que no.

Las uñas de mis dedos ya no existían y temblaba sin parar, estaba muy nerviosa. Desde que Jones había tirado mis pastillas, no había podido comprar otras, ya que el recetario me lo quemo Charlie ¡Los odiaba a los dos! Él pensaba que ya no consumía, le había mentido otra vez y claro el pelinegro se había encargado de decirle. Buscaron por toda mi habitación hasta encontrar el recetario y otros frascos que ni yo sabía que existían, por eso mismo Charlie me lo recordó aquella vez, si se había molestado un poco.

No tener a Lukyan durante la semana pasada me hizo sentir más tranquila, pero sólo le dieron una semana, por Jonathan lo supe y esa semana ya había acabado. Me lo imaginaba en cualquier momento detrás de mí queriéndome hacer daño y ahora no tenía mis pastillas para calmarme, todo estaba mal.

Aunque él no se alejaba de mí por más que fuera antipática, en el fondo le agradecía, sin embargo, cuando empezábamos a hablar bien siempre me venía la desconfianza y volvía hacer la misma de siempre con él. Me daba miedo que llegara a ser alguien importante para mí, había vivido muchas desilusiones y con Lukyan y Alexander las habían superado todas.

Me hicieron sentir que no valía, que no era digna de ser querida, amada, de ser importante para alguien, a desconfiar de todo el mundo, a sentirme insegura por mi físico, por mis emociones, sentimientos, que todas las cosas las hacía mal, que lo que me pasaba era todo por mi culpa, a odiarme rotundamente a tal punto de querer acabar con mi vida para no jodérselo a alguien más. Las veces que pedí ayuda en el instituto nunca me hicieron caso, pensaban que era un período por mi juventud y que estaba loca, por eso mismo la directora no me dejaba estar ahí sino iba a un psiquiatra, pero como sabemos eso también termino mal y ya no fui más.

A Charlie, Agustina o Jordán nunca les comentaba de cómo me sentía realmente o cuando lo hacía me arrepentía al instante, no quería molestarlos con mis problemas y trataba de ser un payaso que hiciera reír cuando por dentro quería morir.

Los días siempre eran difíciles sin poder ver sin lentes, mis ojos siempre se encontraban rojos y mi cabeza dolía mucho. Recordaba que en primaria no usaba ya que no me hacían falta, sin embargo, cuando comencé la preparatoria mi vista se fue tornando un poco borrosa y ya no veía de lejos con facilidad.

Salí de mis pensamientos cuando tropecé con el último escalón, pero, no pasó nada. Me habían sostenido, él me había sostenido, sus ojos chocaron con los míos.

—Deberías tener más cuidado Amélie —sonrió tiernamente.

—Gracias chico de los audífonos —respondí sin más comenzando a caminar.

—¡Ese es el apodo que deberías decirme siempre Amélie! —sonrió aún más siguiéndome.

Rodé los ojos—Tarado, así no es mi nombre ¿Cuántas veces quieres qué te lo diga?

—¡Y ahí volvemos con la rubia de siempre! —alzo las manos al cielo, luego su vista volvió a mí—. Y yo no soy Jones —bufó causando que riera por lo bajo.

—Admítelo, es más bonito —eleve mi pulgar y él negó divertido.

Mi tren ya había llegado así que me subí despidiéndome con la mano, él se quedó ahí parado, pero cuando el sonido del vagón sonó avisando que las puertas se iban a cerrar él corrió y se subió dejándome sorprendida. Acomodo su mochila en el hombro.

Estrella de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora