Capítulo 46

1.8K 227 305
                                    

46. Nadie está preparado para decir adiós... menos al amor de su vida


Despertar.

Lo único que quería era despertar y verlo.

Mi cuerpo dolía, no había sido una noche agradable. Había despertado muchas veces por pesadillas que Daniel tuvo que calmar. No decía nada y solo me abrazaba para que mis llantos no se escucharan tan altos.

Me imaginaba distintos escenarios de él y ninguno era bueno, no después de verlo como lo vi en aquella camilla. Viendo como distintas personas iban a socorrerlo pasando aquellas máquinas en su piel desnuda y pálida.

Él no reaccionaba.

Y de la máquina salía aquel sonido extraño que todos conocemos.

Su hermano me aseguraba que todo iba a estar bien y que no me ahogara con cosas que no pasarían.

Pero no podía, simplemente no podía dejar de torturarme de esa manera.

Mi corazón dolía. Me costaba respirar. Mis ojos los sentía muy pequeños y solo había pasado una noche.

Una noche en que no pude conciliar el sueño y en donde Daniel tampoco pudo hacerlo por mi culpa.

No creo que podía soportar esto una vida entera.

¿Y si todo era mi culpa?

¿Y si mejor no se hubiera operado?

Me levanté con pesadez y sentí frío, mucho frío. Me abracé buscando mis zapatillas y quedé sentada en el suelo mirando al vacío.

Luego mire el reloj de la pared, eran las siete de la mañana. Mire a Daniel quien se abrazaba mientras dormía muy apegado a su lado para no molestar mi espacio personal del sofá.

Él... había sido más humano de lo normal.

Con su forma de ser tan distante y arrogante, había sido humano junto a mí. Había hablado mucho más y expresado más empatía hacia mí. Él estaba igual que yo respecto a su hermano, pero trataba de mantenerse fuerte frente a mí que estaba rota.

A veces juzgábamos a las personas sin conocerlas del todo, era un error que cometíamos todos los seres humanos, pero había que cambiar eso, pero de verdad. Yo no conocía esa faceta del segundo hermano, tampoco pensé conocerla en un momento como este, pero lo hice y de igual modo estaba muy agradecida con él.

Todos tenemos una historia que contar y me preguntaba cuál era su historia. Esperaba conocerla algún día.

Me quedé ahí en el suelo mirando mis zapatillas, esperando a que se levantara para salir juntos. Ahora, era mi única compañía y quería estar con él cuando nos dieran alguna noticia, positiva, de Jonathan.

Jonathan.

Su nombre. Ese nombre que ahora me tenía con el corazón atravesado.

Quería escucharlo reír y verlo sonreír, pero ahora nos separaban unas paredes.

Mis ojos volvieron a derramar lágrimas, lágrimas que corrían por mis labios hasta garganta. Trataba de no hacer ruido porque ya lo había molestado toda la noche. No sabía cómo pudo aguantarme tanto.

Escondí mi rostro en las piernas para ahogar mis gritos negando cada pensamiento negativo que pasaba por mi cabeza.

No sé cuánto tiempo pasó que desperté porque me movieron con suavidad. Me había quedado dormida en esta posición. Era Daniel quien me miraba con tristeza, no dijo nada y solo me entrego un sándwich con un jugo de naranja. No me gustaba la naranja por ser muy ácida.

Estrella de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora