CAP XXI

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-- Andrés y Gerard -- llame a mis ya no tan pequeños hijos de 12 años.

-- Andrés y Gerard -- llame a mis ya no tan pequeños hijos de 12 años

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-- Ya vamos -- Escuché a Gerard pronunciar desde la segunda planta. Seguido de eso oi los pasos de ellos  mientras bajaban por las escaleras. Me acerque a dejar el último plato en la mesa del comedor. La comida del día de hoy típico de Irlanda: Primero estaba el "Irish Stew"; había también: "Fish and chips"  Y el postre que aún no servía: "Tarta de chocolate al whiskey"; pastel de chocolate bañado en whisky. 

-- Pa' -- me llamo está vez Andrés -- Mis padres no vendrán a almorzar ¿Verdad? -- Pregunto y quise decirle que si lo harían, pero para que mentirosa.

-- No, -- No pude disimular el apice de tristeza que me generaba el saber que por primera vez, mis dos alfas viven bajo el mismo techo, tienen dos hijos en común y aún así están peleados. -- Comamos -- Los anime. En el ambiente ya algo cambiado, ya no tan agradable empezamos a comer.

-- Pa' ¿te sientes bien? -- Pregunto Gerard. A lo que sonreí y Asenti.

-- Si mis amores. No sé preocupen. Y dejen de ser tan sobreprotectores conmigo. -- Ellos asintieron sonriendo mientras continuábamos comiendo.

-- ¿Sobreprotectores? ¿Quienes? -- Reímos por las palabras recen dichas. -- Además, no podemos dejar de ser sobreprotectores contigo, somos alfas y esta en nuestro instinto, y no hay nada de malo en querer saber cómo estás.

-- Si. -- Vociferó Adrián -- Sabemos qué nuestros padres ha estado discutiendo desde hace algunos días, y paren estar enojados entre ellos.

-- Se, que ya están grandes y no hay que ocultarles las cosas. En cuanto a sus padres -- Detuve mis movimientos y suspiré -- Es mejor dejar que ellos mismos solucionen sus altercados.

-- No nos gusta verte triste.

-- Haré mi mayor esfuerzo por no estarlo. Además, ustedes siempre me hacen sonreír.

El resto de la comida estuvo cargada de conversaciones triviales y para nada fuera de lugar. Si, se notaba que los dos alfas mayores no estaban, su ausencia se sentía; pero ante sus discusiones no podíamos hacer nada.

Me encargue de recoger la mesa y lavar los utensilios. Mis hijos avisaron que irían a recorrer el lugar así que quede solo el resto de la tarde. No tenía nada de que hacer, así que me fui a la biblioteca a terminar de leer el libro "la divina comedia" de "Dante Aligüieri". Con un esfuerzo sobrehumano leí solo dos hojas aunque no entendí nada, después de todo, no podía no preocuparme por mis alfas. Y aunque dijera que no iba a intervenir, no podía quedarme de brazos cruzados.

El la noche después de volver a cenar solo con mis hijos. Subí a la habitación. Me asee para meterme a la cama después.

Dormir esos días era casi una tortura. La cama siempre estaba fria, y su Omega extrañaba a sus alfas; aunque ellos estuvieron con el en las noches, eso no dejaba de hacerle sentir la necesidad, sentirse frío, sentirlos fríos. Esas noches se acostaban dandose las espaldas y como el siempre estaba en medio de ellos se sentia mal porque en vez de estarse dando la espalda entre ellos, se la daban a él.

No sé en qué momento me quedé dormido. Lo que si se, es que cuando desperté, no había rastro de que alguno de los dos hubiera llegado. Se me aguaron los ojos y corrí al baño a vaciar lo que había comido la noche anterior. Después de vomitar, me quede llorando ahí durante unos minutos, para después darme un baño y bajar a ayudarle a la chica del servicio con el desayuno.

La rutina del anterior día, fue repetida. En todo el día extrañe la presencia mi Chris y Ad. Así que cuando estuvo de tarde, me deje guiar por mi Omega. Salí de la casa, y en el trayecto al lugar donde Adrián daba sus entrenamientos saludé a varias personas. Trate de formar mi mejor sonrisa, pero estás salían en forma de muecas.

Llegue y a lo lejos divisé su ondulado pelo negro. Me acerque en grandes zancadas. Ya estando tan cerca, pude notar sus ojeras, y su ceño fruncido mientras daba indicaciones. Algunos ya se habían dado cuenta de mi presencia, le devolví el saludo a algunos y seguido de eso, cuando mi alfa me miró. En voz alta anunció que el entrenamiento de hoy había terminado. Ellos sin chistar o renegar, se fueron dejándonos solos. Y aproveché para estampar mis labios en los ajenos, envolví mis brazos en su cuello y él en mi cintura.

-- Te extrañe -- Musite cuando nuestros labios se separaron por la falta de aire. -- Te extrañe mucho.

-- Yo también . -- Susurro volviendo a unir nuestros labios.

-- Dime que puedo hacer para que volvamos a estar como antes. -- Más que mal, el asunto me quitaba las fuerzas. -- Dímelo porfavor, haré lo que sea... Lo que sea. -- Mi rostro en su pecho y un par de lagrimas cayendo por mis mejillas demostraban que de verdad haría lo que me pidieran. Mostraban mi desespero por arreglar esta situación que no era beneficiosa para nadie.

-- No tienes que hacer nada. Solo deja que nosotros lo arreglemos. -- Era obvio que solo decía aquello para tranquilizarme, ellos no dejarían atrás su orgullo de alfa. Quién diera la iniciativa estará doblegandose ante el otro, aceptando un error que no solo cometió uno, y cargando con el peso de los dos.

Nos quedamos conversando un par de minutos, le pedí que tomara una dicha fría, que en casa se le extrañaba. Ahora en mi plan estaba ir a ver a Chis y tratar de persuadirlo. Tomamos rumbos diferentes caminando a mi nuevo destino.

Saludo la secretaria cuando me vio llegar y pregunté si estaba mi alfa y cuando recibí un respuesta, entre. Ahí estaba. También con ojeras, y los ojos cerrados. 

Aquellos hombres no expresan sus sentimientos de enojo con firmeza, tampoco con agresividad. No entienden que para enojarse, se debe aprender primero el cómo dejar en claro cuáles son sus necesidades y cómo realizarlas sin lastimar a otros. Que ser firme no significa ser prepotente ni exigente; significa respetarse a sí mismo y a los demás.

-- Hola alfa -- El nombrado levantó la mirada. A ver qué me acercaba a él; se apartó del escritorio y dio palmas en su regazo donde me senté mirándole.

-- Hola mi amor -- Vociferó después de besarme. No respondí al momento, solo me acerque más y volví a unir nuestros labios. De verdad que les extrañaba.  Lleve mis manos a sus mejillas acunandolas.

-- Hola -- Dije. -- Has estado muy distante estos días. Es que acaso ni tus hijos ni yo te haciamos falta -- El llevo su mano a mi cintura negando, aún con nuestras frentes unidad.

-- No es eso, Claro que me hacen falta, solo... Es solo que estoy arreglando problemas de la manada y... --

-- Nosotros hacemos parte de la manada también -- Espete apartándose un poco -- Además, yo sé que es por tu pleito con Ad. No tienes que mentirme -- Me iba a levantar pero su agarre me lo impidió, al aumentar la intensidad. Escondió su cabeza en el hueco entre la cabeza y el hombro. Inhaló mi aroma y volvió a hablar.

-- Perdón, perdón. Solo no quiero que estés en medio de las peleas entre el y yo.

-- Y crees... ¿Y creen ustedes que eso de verdad me excluye de sus pleitos?. ¿Se olvidan que soy su Omega y puedo sentir sus emociones?, Por mucho que lo oculten, puedo percibir la ira en ustedes. -- Nunca habia sentido enojo por lo que sea que hicieran. Yo no, no podría; sin embargo, muchos de sus postulados, de sus actos indulgente, hacian que me decepcionará. Porque siempre piensan que pueden solos, que no debo inmiscuirme en estos, cuando debo porque también se tratan de mi.

-- No te enojes porfavor. -- Daba caricias para tranquilizarme y aumentos sus feromonas para hacerlo y hasta eso extrañaba, todo de ellos me hacía una falta tremenda y eso que solo habían sido unos días.

-- Me gustaría que te tomarás el día libre hoy. En casa haces mucha falta. -- Asintió aceptando. Se levantó conmigo en brazos y despidiéndose de la chica salimos de ahí.

MIS DOS ALFAS. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora