Tiempo

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Llegó a casa y lanzó su mochila hacia el escritorio para luego irse al sofá y dejarse caer para olvidar dicha tristeza.

Sintió que alguien se colocaba al lado suyo, reaccionó y levantó la cabeza tratando de cambiar su sentir pero ya era tarde, Mikasa ya había identificado su ánimo.

— No estés triste, por favor, ya te lo he dicho, nos volveremos a ver, los tres —   susurraba mientras subía sobre su cuerpo

Eren se quedó inmóvil, solo escuchando la dulce voz de la azabache, aquella voz tan dulce como la primera vez...

"— Shh, duerme, necesitas descansar —"

Sus ojos se cristalizaron. Rodeó el cuerpo de la azabache y la abrazó con fuerza, conteniendo un poco sus lágrimas, no con tanto éxito, ya que la playera que traía Mikasa comenzó a mojarse de lágrimas.

De su parte solo comenzó a acariciar su cabeza e igual comenzó a llorar. No le gustaba ver a su dueño, a su amado sentirse así.

— No quiero..., me niego a despedirme de nuevo —  decía con dificultad, Mikasa solo escuchaba mientras igual lloraba en silencio

— No quiero volver a la mierda de vida de antes, de como me conocieron —  suplicaba

— Eren... —  susurró para besar su frente y levantar su rostro lleno de lágrimas con una mirada tan rota como nunca antes había visto, besó sus labios lenta y suavemente para brindarle consuelo.

— No volverás a dicha vida, tú ya marcaste punto final en ese pasado, tienes que seguir adelante sin rendirte, Annie y yo fuimos testigos de como te proponías ser el mejor cada día y no, no es gracias a nosotras, es gracias a tu confianza propia que lograste olvidar aquella idea suicida, no te preocupes, no volverás a esa vida —  le sonrió

Tomó el cuello de la camisa del chico para irla desabotonando poco a poco hasta retirarla por completo. Acarició su pecho y besó su cuello, tal y como la rubia solía hacer..., llenándolo de nostalgia.

Se recostó en su pecho y escuchó su palpitar, estaba demasiado triste. Ella solo brindaba consuelo con aquellas caricias incompletas.

Sus ojos no paraban de llorar...., llegaba la hora.

Por tales situaciónes el tiempo se adelantó o algo pasó, el punto era que la respiración de la azabache disminuía poco a poco, Eren solo cerró los ojos, tratando de soportar dicho dolor, de nuevo. En unos segundos, se quedaría solo de nuevo.

Sus caricias iban desapareciendo a la par que su ronroneo.

— Fuiste la persona que más pudimos amar, proteger y ayudar... —  decía Mikasa refiriéndose a ambas  — Y será un honor volver a encontrarte, gracias por adoptarme, Eren —  y con un último esfuerzo, sintiendo el dilatar de sus ojos, besó su pecho y dejó caer su mano.




Se había ido.

Su cuerpo se fue devolviendo a su forma original, un gato. El castaño suspiró con gran trabajo para después levantar un poco su torso, recargar sus codos en sus piernas, cubrir sus ojos con sus manos y comenzar a llorar sin consuelo alguno. Ya no tenía a nadie especial para él, se habían marchado. Lloró todo el día, recordando cada momento especial con ellas, en cada momento. De principio a fin.

Al cansarse, al sentir sus ojos completamente secos e hinchados, fue al baño, mojó su cara y se tranquilizó. Se dirigió al garage y tomó una caja del mismo tamaño que la anterior.

Fue a la sala y con mucho cuidado y cariño, introdujo el cuerpo de la gatita en la caja.

— Verás de nuevo a tu hermana, mi adorada —  dijo, la acarició por última vez y cerró la caja.

Salió por el garage hacia un pequeño campo cercano con la caja y una pala en mano. Llegó al árbol y al lado del otro crucifijo comenzó a cavar.

Un pequeño agujero cuadrado donde la caja cabía perfectamente, regresó la tierra y con otras dos ramas y un lazo hizo una cruz, la cual enterró en la raíz del árbol, en la cabeza de la nueva tumba.

— Bien mis niñas, ya están juntas de nuevo, igual que antes —  sonrió con tristeza para después levantarse y regresar a casa. Comenzaba una nueva etapa de su vida.

Mis lindas y tiernas nekosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora