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Solté un gruñido molesta y arreglé un poco mi cabello antes de tocar la puerta del salón. La mañana había sido bastante agitada desde el primer segundo en que mis ojos decidieron abrirse, encontrando la grata, para nada grata, sorpresa de que llegaba tarde a la universidad.
Solo rogaba en mi interior que el profesor Stan me dejara pasar a la clase porque de otra forma estaría frita para el examen final.
Esperé unos segundos antes de que la puerta se abriera y por ella se mostrara aquel hombre que causa estragos en mi interior con solo una mirada. El profesor Stan me observaba a través de sus gafas, con su cabello revuelto y una ligera barba de días creciendo en su rostro.
-señorita Miller- saludó con una sonrisa de lado, aquella sonrisa que bajaba las bragas de todas sus alumnas.
-profesor Stan, lamento mucho la tardanza es solo que viniendo aquí un ciervo chocó con mi auto y...-
-ya comenzamos con la clase, señorita Miller- me interrumpió. Todos en el salón parecían muy interesados en nuestro intercambio de palabras, manteniendo sus miradas entretenidas en nosotros.
-lo sé y lo siento pero..-
-no hay nada que pueda hacer, señorita Muller, son las reglas de la institución- señaló un cartel donde claramente decía la hora de llegada de los alumnos. Y es que, asistir a una universidad privada tenia sus desventajas, por ejemplo, la constante exigencia en todo.
-usted es el profesor, debe poder hacer algo, por favor- fijé mi mirada en sus orbes color cielo, mientras mordía mi labio inferior que comenzaba a temblar por los presentes deseos de echar a llorar. Era una clase muy importante, aquella donde el profesor Stan hablaría de temas importantes que entrarían en el examen final.
Como dije antes, estaba frita.
-lo lamento- colocó su mano en mi hombro y dio un ligero apretón mientras me observaba. No me miraba con crueldad y burla como el resto de los profesores lo hacían cuando cometía un error, no, el parecía comprender mi angustia, e incluso podía decir que estaba preocupado, pero después de todo él tampoco podía hacer nada.
Bajé la mirada derrotada y asentí, soportando las ganas de echarme a llorar ahí mismo. Tomé la Correa de mi bolso con fuerza, desquitando mis emociones allí, y me dispuse a caminar hacia la salida hasta mi siguiente clase cuando su voz me hizo frenar en mi lugar.
-escucha, mhm- pareció dudar por unos segundos, pasando la mano por su alborotado cabello -...ven a mi salón cuando acaben las clases, hablaremos de esto en privado-
Lo vi ingresar al salón mientras yo aún me recomponia de la sorpresa. Sus palabras no habían hecho más que liberar a las mariposas terroristas en mi interior, las cuales atacaban a mi estómago, causándome fuertes cosquilleos.
