O38 | BELONEPHOBIA

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Sebastian Stan

Las manos me temblaban mientras que un nudo en mi estómago, resultado de los nervios, estrangulaba mis entrañas

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Las manos me temblaban mientras que un nudo en mi estómago, resultado de los nervios, estrangulaba mis entrañas. Veía a las personas pasar por ese frío pasillo completamente normales, como si no hubiera cientos de agujas dentro de cada consultorio por el que pasaban.

Ancianos en silla de ruedas, enfermeras con viandas en sus manos, doctores ojeando planillas; todos se veían tan ocupados que los envidié por un momento, deseando ser ellos y cargar con tanta tranquilidad en un lugar así.

Lo cierto es que odiaba los hospitales. No sólo odiaba aquel lugar tan blanco y pulcro sino que odiaba con más fuerzas los artefactos que utilizaban. Agujas, jeringas, sueros. De solo pensar en una aguja sobre mi vena me daba nauseas.

Pero aquí estaba. Mi médico me había recetado análisis de sangre hace una semana y mi madre me había prácticamente obligado a venir para asegurarse de que todo estaba bien conmigo, algo vergonzoso teniendo en cuenta que pisaba los veintiséis años y apenas podía decidirme a realizar un chequeo anual por mi belonefobia.

Esperaba impacientemente mi turno mientras veía como cada paciente anterior a mi salía con una sonrisa aliviada, sosteniéndose la parte interior del codo. ¿¡Cómo podían!? Tanta tranquilidad embargaba en ellos mientras que yo parecía un chihuahua de lo mucho que temblaba.

Unos pasos apresurados en el pasillo me hicieron olvidarme de mis fuertes deseos de escapar. Al girar la cabeza me encontré con un joven de cabello castaño y marcada mandíbula caminando hacia mi dirección.

Vestía una camisola celeste que combinaba con sus pantalones, resaltando sus zapatillas perfectamente blancas. Me fijé en lo apuesto que era, logrando que mi estómago doliera por algo más que sólo los nervios. Pero fue cuando me miró con esos hermosos orbes celestes, que se veían desde mi posición, que me sentí desfallecer.

Una encantadora sonrisa de labios cerrados se marcó en su boca y yo no pude hacer más que responder el gesto con nerviosismo, replanteándome si en realidad no se estaba riendo de mi por la inquietud de mi pie subiendo y bajando sin parar ante la ansiedad.

Me sorprendí muchísimo al ver que ingresó al consultorio al que yo debía entrar y solo pude rogar que no fuera él quien me sacara sangre, porque de ser así tendría que pasar la vergüenza de mi vida al posiblemente desmayarme frente al hombre mas guapo que mis ojos habían visto hasta el momento.

Solté un fuerte suspiro y continué con mi espera, notando que mi turno lentamente se acercaba. De un momento a otro aquel castaño apareció por la puerta del consultorio, frunciendo el ceño concentrado mientras leía la planilla entre sus manos.

-Buckan Rebeka?- llamó, logrando que me congelase en mi lugar por unos segundos, maldiciendo la vida por ser tan malvada conmigo, antes de ponerme de pie con los labios apretados.

❝𝗢𝗡𝗘 𝗦𝗛𝗢𝗧𝗦❞  SEBASTIAN STANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora