En una fría noche de invierno del 2010, la ciudad de Tokio había sido apresada por un enorme manto blanco. El invierno por fin había llegado y eso le quitaba la sonrisa a cientas de personas que lo tomaban como la peor época del año, sin embargo, para Anya era todo lo contrario, dado que le encantaba sentir cómo los copos de nieve caían suavemente sobre su rostro.
Lamentablemente, era algo que no podía disfrutar con total libertad ya que su padre caminaba rápidamente, jalando su mano -Linda, necesito que te apresures-hablo algo desesperado-Debo asistir a una reunión muy importante.
-Lo sé, papá-respondió agitada-Solo que no puedo ir más rápido, mis pies están congelados y duelen.
-Esta bien-suspiro, dejando de caminar-Voy a llamar a mi asistente, tu puedes jugar con la nieve mientras tanto, solo no te alejes demasiado-la niña asintió y acto seguido comenzó a saltar de un lado a otro.
De repente, se percató de que algo la estaba observando a unos pocos metros de distancia. Un terrible miedo se apoderó de su cuerpo. -Papá, hay un monstruo-gritó aterrada, pero su padre no la escuchó.
Fue entonces cuando apareció un chico alto y albino de gafas oscuras-Es horrible, ¿verdad?- preguntó, acercándose a ella.
-Si, me asusta-respondió, con los ojos llorosos-Mi papá no puede verlos, por eso no me protege de ellos.
El chico acarició su cabeza suavemente para ayudarle a contener sus lágrimas -Solo las personas valientes pueden verlos, incluso si no sabes defenderte de ellos, algún día aprenderás-sonrió- Por el momento, no tienes que temer, te ayudaré para que no vuelvas a verlos, ¿Te parece?-la niña asintió.
El joven la llevo hacia una banca de madera a tan solo unos centímetros lejos de su padre e hizo que tomara asiento. Luego, sin que ella se diera cuenta, hizo que la criatura se desintegrara con un simple movimiento de manos-Voy a regalarte mis gafas mágicas, cada vez que las tengas puestas, esas criaturas desaparecerán.
La pequeña tomo las gafas y sin tardar, las coloco sobre sus ojos y acto seguido dirigió su mirada hacia el lugar donde estaba aquello a lo que ella llamaba monstruo.
-¡Es verdad! ¡Desapareció!-exclamo alegremente-Muchas graci...- antes de que pudiese terminar la palabra, su padre la tomo de la mano.
-Te he dicho que no hables con extraños-dijo molesto,-La próxima vez, te quedarás a mi lado y no te dejare jugar.
Mientras se alejaban, Anya volteó varias veces para ver al chico, que la saludaba sonriente-Te devolveré las gafas algún día, ojos bonitos-susurro, haciendo caso omiso al regaño de su padre.