Una semana había transcurrido desde lo ocurrido aquella noche, Satoru le informó a Yaga todo lo sucedido sin saltarse ningún detalle, pero aun así el director lo regañó y también a Ijichi, obligándolos a encargarse durante un mes del arduo trabajo que conlleva la jardinería, era lo que merecían.
Por otro lado, a ella se le permitió descansar de las misiones, pues lo que había pasado no era algo fácil de digerir.
- Hoy tenemos... que plantar rosas - Menciono el azabache con un tono ironico, mientras que el albino caminaba a su lado en total silencio.
- Espero que Anya este bien, dejar a las personas durante mucho tiempo con sus pensamientos, es una tortura - Habló de repente, ignorando al hombre a su lado.
Ijichi lo observo de reojo y con el ceño fruncido - ¿Por qué te preocupa tanto? - Preguntó serio.
Pero Satoru ya no se encontraba a su lado, sino que estaba afuera hablando con la estudiante mencionada antes. Se veía tan feliz e incluso la abrazo, eso dejo estupefacto al azabache.
- ¿Te sientes bien? - Preguntó sonriente, sin dejar de abrazarla - Te ves muy pálida, más de lo normal ¿Ya desayunaste? ¿Y qué haces afuera tan temprano? Está muy frio.
- Estoy bien - Respondió con algo de indiferencia, alejándose del albino - Ya le he dicho que no me toque.
- Hoy despertaste un poco arisca ¿Eh?, pero te recuerdo que fuiste tú quien me abrazo primero y no es justo que yo no pueda...
-¡Shhh! - Le cubrió la boca - No es necesario que toda la escuela lo sepa, además no vine hasta aquí para hablar de eso.
- ¿Y entonces? - Se agacho hasta quedar cerca del rostro de Anya, pero fue apartado inmediatamente.
- ¡No se pase de listo! - Exclamó seria - Vengo a darle esto, y también a agradecerle.
Del interior de su abrigo saco las gafas oscuras que alguna vez, Satoru le obsequio, su meta durante años había sido poder devolvérselas.
- ¡Mis gafas favoritas! - Levantó la voz, feliz - Pensé que las destruirías en cuanto te dieras cuenta de que no eran magi... - No alcanzo a terminar la palabra, puesto que la pelirroja lo tomo del rostro y beso su frente, dejándolo totalmente mudo y con cosquillas en el estómago, algo que era totalmente nuevo para él.
- Gracias - Dijo por último, comenzando a caminar.
El peliblanco la miro hasta que desapareció y recién ahí, logro recuperar el habla.
- ¿Qué fue...eso Satoru? - pregunto Ijichi, caminando hacía el.
- Nada, no viste nada - respondió - Ahora ven, vamos a buscar las rosas.
El azabache decidió guardar silencio, no era nadie para decirle al albino como debía comportarse, después de todo él era adulto y sabía lo que debía hacer y lo que no. Pero si las cosas se salían de control, tendría que decirle a Yaga sin dudar.
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Varias horas después, con la noche pisándole los talones al día, Satoru se encontraba caminando tranquilamente por los pasillos del colegio, su cabello estaba mojado y vestía ropa casual, pues hacía tan solo unos minutos que salía de la ducha.
Estaba a punto de entrar a su habitación, cuando vio a unos cuantos metros el cabello rojizo de su estudiante, estaba hablando con alguien, pero desde donde se encontraba no alcanzaba a ver quién era la otra persona, y obviamente no se iría a dormir sin saberlo.
Caminó hasta ella a paso lento, logrando escuchar cada palabra que salía de su boca. Cuando ya estaba lo suficientemente cerca se percató de que en realidad la chica estaba hablando por llamada, pero ya era tarde para volver hacía atrás, pues ella notó su presencia de inmediato.
- ¿Nunca le enseñaron a no escuchar conversaciones ajenas? - Colgó la llamada y acto seguido guardó el celular.
- Lo siento señorita gruñona - suspiró - Por cierto ¿Por qué estas descalza?
- En mi cuarto no había señal y tenía que tomar urgentemente la llamada de mi padre, así que tuve que correr hasta aquí. No alcance a ponerme las zapatillas.
- Ahora tus piececitos se van a congelar - dijo de manera tierna y un poco burlesca.
- Lo sé, por eso iré ahora mismo a mi cuar.. ¡Espere! ¿Qué está haciendo? - Chillo avergonzada y algo enojada, ya que el albino la cargo en brazos.
- Yo te llevo - Sonrió, comenzando a caminar.
La llevó alzada hasta el interior del cuarto, sin embargo, en cuanto la bajó, la chica lo sacó rápidamente hacia el pasillo y puso el seguro. Desde que ambos dijeron acordarse del otro, Satoru se había vuelto muy pegajoso y sobreprotector, no era que le molestara, pero la hacía sentir tan avergonzada, que el simple hecho de tenerlo muy cerca, le provoca escalofríos en todo el cuerpo.
- ¿Acaso me odias? - Preguntó de manera sincera desde el otro lado de la puerta - Desde que te conocí, no haces más que alejarme de ti...
- No me gusta que invadan mi espació personal... - Respondió, recargándose sobre la puerta.
- Anya, no somos desconocidos, no entiendo por qué te molesta que haga lo mismo, cuando sabes muy bien que también invadiste mi espacio mientras estabas en el templo.
- Eso fue culpa de las drogas, al parecer aún estaba bajo el efec...
- No mientas pequeña - la interrumpió - El efecto de cualquier droga desaparece en cuanto se bebe él té del abuelo, tú me abrazaste por algo, no solo por miedo.
- ¿Insinúa que siento algo por usted? - Abrió la puerta con brusquedad - No se equivoque profesor Gojo, ese día lo abracé porque estaba asustada y hoy en la mañana bese su frente, solo porque quería agradecerle por hacerme sentir bien cuando era niña, fuera de eso no siento nada más, y recuerde que no puede entrar a mi cuarto como si nada, es mi profesor.
- Tienes razón, tranquila - Respondió de inmediato, estaba siendo rechazado, eso era algo que ni el mismo podía creer - descansa Anya y por cierto, gracias por cuidar mis gafas.
Anya se mordió el labio inferior, al ver como el albino se alejaba por el pasillo, la verdad era simple de decir, pero difícil de aceptar, realmente le gustaba su profesor, incluso se sentía atraída por él, desde antes de saber que era el chico que por tanto tiempo busco.
Su atracción hacía el, llegaba hasta tal punto, que cada noche antes de ir a dormir, se preguntaba así misma ¿Qué pasaría si ocurriera algo más que una simple relación de profesor y estudiante?
Estaba al tanto de que eso no podía pasar, ir y decirle lo que sentía, era una completa locura. Estaba desvariando y lo peor era que no podía evitarlo, sin embargo, con lo que había dicho, estaba claro que la relación de ambos cambiaria bastante.
"Y ese es el lado absurdo de esta historia, queremos estar juntos, pero no sabemos como."