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«—Comprendo... crees que tu cordura pueda aguantar hasta después de la misión? Aún no he logrado comunicarme con los familiares del banco de sangre—» la voz de Ryūjin se escuchó al otro lado del teléfono «— Está persona que dices puede ser un Marechi, No has intentado pedirle que done sangre? Puedes incluso hincarle el diente cuando menos se lo espere—» rio por lo bajo al escuchar los negativos pucheros de la peliazul «— Está bien. Está bien. Solo era una sugerencia... Si crees que puedes salirte de control no crees que es mejor no asistir a todas las clases, podemos alegar alguna patología que te impida asistir a la mayoría de horas—»

Marion decidió obviar que, la persona que le causaba esa inestabilidad era nada más y nada menos que un Rengoku. Estaba segura de que el castaño se podría a la defensiva si sacaba el tema a la luz. Había dejado claro en su encuentro en el museo que ambos no iban a llevarse bien.

—Estoy bien, nunca había asistido a una escuela así que estoy algo perdida— se escuchó otra risita contenida al otro lado y ella lo regaño fingiendo estar ofendida— No te burles de mi Ryūjin, este vejestorio está haciendo lo que puede para adaptarse— sonrió cuando al fin se escuchó una carcajada. Aquel chico era de los pocos humanos que, a pesar de que sabía que no era humana, seguía tratandola con cariño. Volviendo a retomar el tema de su misión, esta vez su tono fue algo más serio— No se sentirá natural si no asisto a la mayoría de clases, tal vez no aparezca si estoy yo— Olió la manga del blazer color beige— Mi aroma a humano no es lo suficientemente fuerte, así que puede que se de cuenta de quién soy—

El universitario paro de reír aclarandose la garganta para continuar con los temas sobre demonios.

«—Le diré a mi hermana que use la ropa mientras esté en casa, tal vez con algo más de tiempo en ella el olor sea más fuerte— se escucharon algunos vasos de vidrio titilando al otro lado junto al sonido de un grifo— Por ahora, mantente alerta y trata de no hacerte daño. Sé que puedes regenerarte, pero al menos deja que me preocupe por tí—»

—Eres todo un amor, Ryūjin—

«—Cariño, Por ti haría cualquier cosa.—»

Ambos desviaron la conversación hacia otro lado y luego se despidieron terminando la llamada. Marion colgó y comenzó a salir del aula de profesores, el profesor Miyami estaba al otro lado del salón haciendo guardia para que pudiera hablar sin interrupciones. Aquel hombre era de la familia de Wisterias por lo que, de mala gana, había sido asignado al cuidado de la demonio hasta que la misión hubiese acabado. Sin moros en la costa, la verdadera personalidad del profesor se manifestaba, la odiaba por lo que era, aunque eso no le afectaba en lo más mínimo.

—Era el futuro jefe de familia?— pregunto de mala gana, la peliazul guardo el celular en el bolsillo de su falda y lo miro de reojo sin responderle. Vio como el hombre arrugaba el gesto ante su silencio y chasqueaba la lengua irritado— Pensar que tengo que ser la niñera de un maldito demonio—

Susurro mientras pasaba por su lado golpeando con fuerza el hombro de la chica. Marion choco de espaldas contra la puerta de la sala de profesores y se quedó quieta hasta que el hombre se perdiera de vista al cruzar a otro pasillo. No necesitaba hacer amistades con otros miembros de los clanes que la protegían, después de todo, la organización se había disuelto después de derrotar a Kibutsuji Muzan. Pero aún así los demonios no había dejo de acechar a los humanos, la mayoría de los pilares había muerto en combate y los cazadores lo suficientemente fuertes para pelear contra algún demonio fuerte fueron dados de bajas por lesiones. Las técnicas de respiración se perdieron con el tiempo y los demonios comenzaron a tomar control de la noches nuevamente.

Inmersa en sus pensamiento, sin dejar de mirar en dirección hacía dónde se fue su profesor, no avistó a Toujuro hasta que estuvo frente a ella. Verlo le dió un vuelco al corazón, parecía algo preocupado con sus cejas bifurcadas casi unidas en un ceño.

—Estas bien? Miyami-sensei te hizo algo?—

Tanteo con demasiada familiaridad sus brazos en busca de alguna injuria. Sus orbes bicolores miraron en dirección al pasillo, como si quisiera ir hasta donde se encontraba aquel hombre y hacerlo pagar por lo que sea que hubiera hecho. Marion volvió a sentirse ida, como si su conciencia se transpora a un lugar lejano. Era diferente pero a la vez iguales, los rasgos de los Rengoku debían estar haciéndole una mala jugada, pero sus gestos se veía iguales a los de Kyojuro. La manera en que arrugaba la frente, la forma de sus ojos e incluso la manera en como la miraba. Su corazón latio inesperadamente, como si le recordara la dolorosa realidad. Con demasiada brusquedad se zafó del agarre del chico y su brazo volvió a chocar contra la puerta, el bicolor intento tomarlo nuevamente pero ella se alejo de él.

—No me toques— su voz sonó gélida y observo como el muchacho se tensaba. Aún no había dejado de fruncir el ceño, así que no parecía estar dispuesto a dejarla ir sin una explicación— Solo estropee unas cosas en la sala de profesores, Miyami-sensei me reprendió por eso—

Mintió, pero el bicolor no creyó por completo aquella excusa. No podía admitir que le había seguido ni que había visto como su profesor hacía guardia fuera de la sala. Se regaño innumerables veces en ese tiempo, no podía simplemente acercarse al hombre y preguntarle sus intenciones sin quedar expuesto y posiblemente castigado. Después de media hora, ella había salido al pasillo y la actitud de Miyami había cambiado por completo, la forma en la que la miraba se le hacía familiar.

Entonces recordó un pequeño fragmento de su niñez. El momento en que la policía y la mujer del museo le habían llevado a su casa, el momento en que su madre reparo en la peliazul y el momento en que había arremetido contra ella como si fuera la culpable de todos sus males. Volvió al presente, era mayor podría ir tras aquel hombre y exigir una disculpa, pero primero debía hacer que la chica frente a él confirmara lo que ya habían visto sus ojos.

—Vi como golpeaba tu hombro, cualquier cosa que hubieras hecho ahí adentro no merecía la violencia como respuesta—

—Fue solo un empuje, no es la gran cosa—

Ella no cedió en su parte de la historia, por lo que encarar al profesor Miyami no iba a ser una realidad. Estaba seguro que aquel hombre fingiria, al igual que ella, que su falta de respeto solo había sido imaginaciones del bicolor. Eso le molestó. La tomo de los hombros presionandola sin fuerza contra la pared. No sabía que camino tomar, ni como convencerla de que lo mejor sería hablar y tomar cartas sobre el asunto. Estuvieron mirándose por bastante tiempo, sus orbes azules le absorbieron volviendo a recordarle a los de la mujer del museo y a «Tamayo en el campo».

Sintió la terrible necesidad de volver a ver a Kujo-san, aunque sus sentidos le decían que pronto estaría cerca de ella. El dolor en su marca de nacimiento se acrecentó, haciendo que perdiera el sentido de la orientación. «Marion» una voz en su cabeza resonó repitiendo el nombre una y otra vez, como si necesitara que se dijera para hacer funcionar alguna treta mágica. No era su voz, pero se escuchaba como si le perteneciera.

Marion— repitió y la chica frente a él se estremeció. Detecto algo en sus ojos que desconoció, una mezcla de tristeza, melancolía muy parecido a como lo miraba la mujer en sus pesadillas. Como si la peli azulado tuviera miedo de admitir algo, noto como sus manos temblaban ligeramente. Pero antes de que pudiera hacer algo le empujó, la fuerza fue arrolladora y lo tiró al suelo con brusquedad. Estaba demasiado aturdido como para notar que la chica frente a él había desaparecido.

Corazones en LlamasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora