Prólogo

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Algún lugar de Tokyo
Era Heisei
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La noche se cernía sobre la ciudad a una gran velocidad, los edificios a enormes alturas eran tragados por la oscuridad y vueltos a iluminar por luz artificial. Los callejones solitarios y sucios eran los lugares perfectos para esconder cualquier clase de cosas, objetos rotos, comida podrida, cuerpos sin vida.

Las siluetas saltaban de un edificio a otro, mientras que un hombre desesperado corría por las aceras sin saber que era lo que lo estaba persiguiendo. Lo único que sabía era que aquella cosa había dejado una herida abierta en su brazo. Al principio creyó que era una mujer, al caer el ocaso la había encontrado cerca del parque sentada muy sola en el banco y esa noche, se había decido ser un buen samaritano. Su mente no proceso la extraña situación y sus alarmas sonaron solo cuando los enormes colmillos de la femina le arrancaban el brazo. La herida goteaba incesantemente, debía llegar hasta un lugar más poblado o incluso a un hospital. Maldijo por lo alto furioso. Esa mañana el noticiero había advertido a su audiencia que el barrio estaba siendo azotado por algún depravado asesino serial, un posible "caníbal"; la policía había dado informes por todos los medios de comunicación y él, como un maldito idiota, los había ignorado todos.

Pego un grito cuando vio la oscura silueta pasando por encima de su cabeza, no había dejado de correr, pero esa cosa no era humana así que no dudaba que estuviera en un lugar cercano acechandolo. Cuando llegó a un callejón sin salida se dió cuenta que había sentenciado su muerte, no había más escapatoria. Tan ágil como un gato, la escucho caer al suelo a su espalda. Se volvió completamente pálido, ese era su fin, no volvería a ver a su familia. Sería asesinado y mutilado en aquel mugroso lugar.

La bestia se acercó a paso lento mientras se reía de sus nervios, y cuando se dió cuenta de que se había desmayado se digno a ir tras su carne. A punto de atacarlos se dió cuenta demasiado tarde que algo descendía desde el balcón del edificio a su lado.

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Respiración de la llama.
Tercera postura: Espíritu ardiente.
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La ola de fuego iluminó el callejón oscuro y la espada descendió hasta cortar los brazos del demonio. Por inercia la mujer grito horrorizada echándose hacia atrás con ambos brazos amputados. El reconocible uniforme de cazador apareció ante sus ojos, como un vivo recuerdo de su antigua vida en la Era Taisho.

La imponente figura de la cazadora la hizo temblar, antes de que la katana bajará hasta su cuello recordó el momento en que hizo un pacto con los cazadores de demonios. El acuerdo «0-Caza» había sido firmado casi a la fuerza en su momento, aquellos que no deseaban ser exterminados debían acatarlo. Lo había hecho bien durante todo ese siglo, no había sido descubierta hasta ahora. Cuando pensó que todo llegaría a su fin, la brisa soplo por el callejón y pudo reconocer entre los hedores de la basura que aquella mujer era igual a ella, aquello le dió cierta esperanza de sobrevivir.

—Tambien eres un demonio. Sabes lo que se siente tener está maldita sangre— la reconocible guarda de fuego color bronce apareció a la vista de la demonio, solo se había topado una vez con ese clan y casi había perecido en el momento. Sus ojos se llenaron de lágrimas ante el inminente desenlace— Muzan-sama nos dió una oportunidad, a ti y a mi. De no ser por él ambas estuviéramos muertas. Hubiéramos sido asesinadas por la sociedad, olvidadas por nuestra propia carne— se arrastró hacia atrás cuando observo a la cazadora avanzar a ella— Es momento de volver a restaurar nuestro poder, a encontrar un nuevo líder que nos haga crecer. Nosotros...—

Sin dejar que continuará con aquel monólogo absurdo la decapitó. El cuerpo demonizado comenzó a desaparecer en cenizas, las motas grises ascendían al cielo arrastradas por el viento nocturno hasta desaparecer en polvo.

Marion agitó la katana para limpiar la sangre del filo color rojizo. Lamentaba tener que matar a uno de los suyos, pero las reglas eran estrictas. Y en ese tiempo, era la única que podía continuar con la labor de proteger la paz humana, todas aquellas tradiciones y legados de técnicas de respiración había sido olvidadas para dar comienzo a la Era sin demonios. Los usuarios y antiguos pilares había muerto de vejez, sin querer transmitir a su descendencia aquel cruel destino. Al final, la carga se le había otorgado a otros demonios que eran compatriotas de la organización. Era sangre maldita contra sangre maldita.

Se volvio hacía el hombre que estaba a su espalda, se había desmayado mucho antes de que ella apareciera. El sangrado aun no paraba y parecía perder el color de piel con cada segundo que pasaba, seguramente no sobreviviría hasta llevarlo el hospital más cercano. Suspiro cansada, la vida humana era demasiado frágil, demasiado efímera. Pueden estar vivos un segundo y por un suspiro perecen.

Guardo su katana en la funda y comenzó a dirigirse al fondo más oscuro del callejón, el cuerpo estaba a la vista de los traceuntes así que no tardarían en dar una alarma a la policía. Lo bueno de aquellos tiempo era la rapidez de la comunicación, aunque las autoridades seguían siendo igual de incompetentes. Tomo impulso de un cubo de basura para llegar hasta el balcón más cercano y de ahí al techo del edificio, era impresionante la cantidad de luz que había en la noche. Pero lo que realmente le impresionaba era que aún cuando la noche parecía de día, la gente seguia muriendo en lugares oscuros y solitarios.

Salto con fuerza para dirigirse a su oficina, entre más lo pensaba más se le hacía extraño lo que ocurría a su alrededor. Los demonios que no pudieron desdemonizarse con la cura de la señora Tamayo habían firmado el acuerdo de cero caza. En su vigilia como cazadora, eran pocos los casos en que debía matar a uno de los suyos, pero en un corto periodo de tiempo ya había degollado a, al menos, 9 demonios. La mayoría había perdido el control de sus instintos, buscando desesperadamente comida con la cual saciar su gula, otros eran conscientes de lo que hacían siendo motivados por una supuesta fé y su propio egocentrismo en que eran superiores a los humanos, cuando ellos mismos habían sido de la misma especie hacía solo unos siglos. Chasqueo la lengua fastidiada al notar  un movimiento extraño en la oscuridad, seguramente otra presa a la que cazar.

Descendio nuevamente con el compas de sus tacones, algo los estaba poniendo nuevamente en movimiento. Queriendo ciegamente volver a tomar la noche bajo su control.

Corazones en LlamasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora