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Toujuro pensó durante todo su camino al instituto lo que había dicho su madre. Ni siquiera pudo estar completamente concentrado en su entrenamiento, recibiendo dos estocadas de su padre en el rostro y brazo. Sumihiko se acercó a él a una velocidad impresionante, saltando un muro y haciendo maniobras en el aire. Su rostro dormilón no contrastaba con su impresionante habilidad y energía.

—Buenos días Toujuro. Te quedaste dormido hoy?— el descendiente de Tanjirou bostezo para luego junto a su amigo colarse en un muro para sobrepasar una casa y acortar camino. Sabía que su pregunta estaba de más, pues pudo distinguir los resultados de su entrenamiento en la mejilla lastimada del chico— Yo estuve hasta tarde viendo Gubamon. La alarma no sonó, creo... Y kanata no me despertó. Así que tuve que apresurarme a vestirme—

El chico Kamado rió, el bicolor sonrió olvidando el asunto de la mujer de su sueño. Pensando que su mejor amigo tenía una enorme resistencia.

—Yo estuve entrenado hasta ahora, como no estaba concentrado mi padre mi regaño varias veces y se alargó más el entrenamiento— vio como el chico se estremecía al hacerle recordar a su progenitor. Yoshiteru y Sumihiko solían decirle que era demasiado aterrador, aunque él no lo veía de esa manera— No me cansaré de decirlo, de verdad no quieres entrar en el club de Kendo? Nuestro Dojo aún tiene vacantes y estaremos en las nacionales dentro de poco. Tienes resistencia y fuerza, serás un excelente espadachín—

El azabache hizo un puchero con la boca.

—Y perder horas de sueño? No gracias—

Toujuro rió con fuerza cuando el chico hizo ese comentario. Quien podría corregir esa perezosa personalidad de Sumihiko? Era un chico demasiado único, nunca podría cansarse de estar con él. Al llegar al colegio el profesor encargado les gritó molesto que no podrían entrar, cosa que ignoraron al momento, saltando la cerca del colegio con suma facilidad. El profesor Murata quedó anodadado mientras los veía caer con gracia al suelo y solo reaccionó cuando los chicos los saludaron mientras se dirigían a la entrada de la edificación.

No todos sus días eran así de movidos, pero últimamente le estaba agarrando cariño a esa sensación de adrenalina. Estaba seguro que su madre se infartaria si pudiera leer su mente.

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El resto del día paso con relativa rapidez, aunque no había dejado de pensar en su pesadilla durante toda la clase. Las palabras de su madre aún le rondaban la cabeza, por lo que no pudo concentrarse del todo en la clase de historia. El profesor le regaño dos veces e hizo que Sumihiko se despertara para verlo con algo de preocupación. Cuando el timbre sonó, indicando que iniciaba el descanso, el chico Kamado se dirigió a su puesto y le preguntó si algo le estaba afectando. El bicolor solo le dedicó una sonrisa tranquilizadora respondiendole que no era algo de lo que debía preocuparse. Su amistad se había forjado casi de inmediato, cuando se conocieron a principios de secundaria. Y a pesar de tener diferentes aficiones, nunca se aburrían de estar juntos.

Como era habitual, Yoshiteru se les acercó a la hora del almuerzo. Los tres amigos tenían la costumbre de comer en el exterior, en un pequeño kiosco en el patio de las instalaciones. El chico alto de cabellos azabaches era la viva imagen de Agatsuma Zenitsu, las únicas diferencias eran que el chico tenía el cabello de un color negro intenso más parecido al de su bisabuela y su enorme altura. Era demasiado alto para la edad que tenía, haciendo que se viera mucho más maduro.

El muchacho era un chico responsable, y la única razón por la que se encontraba en el instituto, en vez de tener infinidades de trabajos a medio tiempo era por qué su hermana Toko le había insistido en que terminara su educación. Quería demasiado a sus hermanos. Así que al final, a pesar de necesitar dinero, había accedido a ir al instituto. Disfrutaba pasar las pocas horas de su agitada agenda con sus dos mejores amigos, por lo que no dudo en mencionar su afición para ver si sus amigos se apuntaban a acompañarlo.

—Ire al Museo Principal después de clases. Las «Tamayo» estan en exhibición y necesito verlas antes de que se subasten— el azabache era un gran fan de las obras de arte y su favorita era la sección de las Tamayo. Un grupo de pinturas que reflejaban a una hermosa y misteriosa mujer en diferentes ambientes y épocas. Cuando el tema salía a la luz, no paraba de hablar de todas las curiosidades que había descubierto, adoptrinando incluso a aquellos que desconocían sobre el tema. Era casi una religión para él— Estoy seguro de que está vez la Tamayo 98 y 61 van a ser derrocadas de mi top, estoy tan emocionado—

Ambos amigos bromearon sobre el gusto de Yoshiteru, riendose de las caras que el chico hacía cada vez que se refería a la hermosura de la mujer. No era la primera vez que hablaban sobre el tema y conocían lo básico como seguir la conversación de su amigo sin llegar a qué el tema les resultará aburrido.

—Tengo entrenamiento en el Dojo después del club— Toujuro menciono su ocupado horario de entrenamiento, era muy poco el tiempo que tenía para divertirse. Después de todo, tenía la nacionales a solo unos pasos y necesita todo el entrenamiento posible para ser algún día como sus hermanos. Yoshiteru lo miro comprensivo, pero el bicolor añadió rápidamente— Aunque no estaría mal dejar pasar las clases por esta vez. Creo que tengo algo de tiempo sin hacer travesuras—

Los tres rieron al unisono sabiendo que aquello no era cierto. Toujuro tenía un excelente promedio, pero eso no lo hacía estar fuera de los problemas habituales. El profesor Murata era testigo de ello, por eso siempre mantenía el ojo puesto en Sumihiko y él. Cómo si mentalmente lo hubieran llamado, Murata apareció por los alrededores del kiosco, inspeccionando que todo estuviera en su lugar. Al verlos hizo una seña con las manos, diciéndoles a sus dos alumnos problema que los estaba observando. Los chicos volvieron a reír, haciendo que el hombre se crispara.

—No quiero más problemas Rengoku, Kamado— fue lo único que grito antes de volver airadamente al interior del edificio.

Después de hacer otro comentario divertido sobre el profesor, continuaron hablando de temas al azar. Las conversaciones iba y venía, charlando todo tipo de cosas durante su descanso. Para el final de la hora, Sumihiko sugirió ir con Yoshiteru al Museo. Ambos compañeros estaban algo curiosos por saber qué clase de pinturas serían exhibidas esta vez y serían una buena forma de pasar el rato juntos.

Acordando la hora, los chicos se dirigieron ha sus respectivas clases despidiéndose animadamente.

Corazones en LlamasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora