La tensión fue aumentando acordé pasaban los minutos. Todos se encontraban en la mesa pero nadie parecía querer romper el hielo que se había producido con la llegada del universitario. Aquel hombre se había presentado como Fuji Ryūjin futuro jefe de la familia del blasón de Wisterias, la impertinencia con la que se había presentado ante ellos le indicaban a Toujuro lo mimado que era ese sujeto. El bicolor había escuchado hablar de su padre sobre aquellas personas con el escudo de la flor, así que sabía más o menos a quien se estaba enfrentando. Marion por su parte se encontraba trabajando en su computador, ignorando a los chicos a su alrededor. Ryūjin no paraba de ver a Toujuro y el chico tampoco había desviado su mirada. Agatsuma fue el primero en levantarse, algo nervioso por el hecho de que el bicolor estuviera siendo irrespetuoso con un superior.
—Creo que es buen momento para irnos. Toujuro tiene entrenamiento en el Dojo de su familia y no creo que sea buena idea hacer esperar a su padre— fue tomando sus cosas de la mesa, pero el nombrado no hizo ademán de levantarse. Sumihiko le dió un codazo para que reaccionara, pero no hubo cambios en su actitud— Toujuro?—
La peliazul alzo la vista hasta él y fue el único momento en que Rengoku no presto atención al universitario. Sus ojos se encontraron por un leve momento, recordándole a la mujer de la pintura. Después de unos segundos que le parecieron horas, desvió la mirada con las mejillas sonrojadas, recibiendo una risita de la mujer lo que hizo que su rubor se extendiera hasta sus orejas.
—Tu familia tiene un Dojo?— pregunto levemente interesada, el chico estuvo apunto de hablar, pero fue interrumpido por el hombre.
—Cariño, no es buena idea que le des alas al niño— advirtió y la mujer le miro, ahora con su atención puesta solo en él. Ryūjin le sonrió coquetamente y poso su mano sobre la suya acariciándola con la yema de sus dedos. Toujuro torsio el gesto, acentuandolo aún más cuando noto que la mujer no hacía nada para impedir el roce— He visto algunas noticias sobre la familia Rengoku, todos unos atletas. No me extrañaría que este niño fuera parte de la extensa lista de esos Rengokus comunes—
Marion asintió como si hubiera comprendido su punto y, al darle una última sonrisa comprensiva al bicolor, volvió su atención al trabajo de su computador. Toujuro arrugó el ceño, mirando desafiante al hombre frente a él. Sumihiko le susurro que dejara el asunto por la paz y Yoshiteru le regaño tratando de jalarle de la camisa para que se levantará.
—Podrias dejar de referirte a mí como un niño. Ya estoy en preparatoria— el universitario hizo un gesto fingido de asombro, como si estuviera impresionado por el dato. Obviamente aquel no había sido el caso, por lo que hizo molestar a Rengoku con su actitud de superioridad. Con malicia, Ryūjin se apoyo en la mesa para estar un poco más cerca del chico.
—Eso es interesante— el sarcasmo cubría cada palabra que salía de su boca, por lo que ninguno de los presentes podía distinguir si lo que decía eran sólo mentiras— Es una lastima que, para esta mujer, siempre serás un niño. Tengas 80 o 100 años— se echó hacia atrás cuando escucho como la peliazul le llamaba por su nombre en advertencia. Él le sonrió con picardía— Cariño, debo ser sincero en este aspecto. El niño nunca será suficiente hombre para tí—
Rengoku se levantó de golpe con el rostro completamente rojo de furia. Que no era suficiente hombre? Si su padre no le hubiera criado para no medir su fuerza con los demás, en ese momento, le hubiera demostrado al inepto universitario quien podría ganar un combate y quién sería el más idóneo para proteger a la mujer frente a ellos. Leyendo sus intenciones, el menor de los Kamado se levantó para sostener a su amigo, mientras que Agatsuma comenzaba a disculparse con los presentes. Ambos tuvieron la suficiente fuerza como para arrastrar a su amigo lejos de ambos adultos.
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Marion bajo por completo la pantalla de su laptop, mirando seriamente al hombre frente a ella. El trío ya se había ido del museo, lo sabía porque ya no podía oler el aroma de los Rengoku.
—Haz ido demasiado lejos, Ryūjin. No era necesario golpear su orgullo de esa manera— el hombre se encogió de hombros sin darle importancia al asunto.
—Tenia que ponerlo en su lugar—
Alzo el brazo para darle una señal a la camarera de que se acercara a tomarle el pedido. La joven muchacha le miro y sonrió políticamente en respuesta.
—Fuiste tú quien inició el enfrentamiento. No puedes menospreciar a cada Rengoku con el que nos tropezamos—
Tomo silencio mientras la chica preguntaba por la orden y ofrecía las promociones del día. Ryūjin le sonrió con coquetería y la chica se ruborizo en respuesta, tomando el pedido y alejándose con las manos en el rostro. Marion puso los ojos en blanco, la coquetería del hombre a veces le fastidiaba. Estaba segura que el chico sería capaz de coquetearle a un palo con falda si este estuviera frente a él. Cuando estuvieron nuevamente solos Ryūjin dejo de sonreír, su profunda voz hizo que la mujer se mostrará ceñuda.
—Ellos te han menospreciado desde que Senjuro-dono murió. Ni siquiera dejaron que estuvieras en su funeral, cuando había sido ese su último deseo— la peliazul miro hacía el frente con clara molestia, no le gustaba cuando ese tema salía a la luz. Comprendía que los Rengoku estaban cansados de llevar la carga de sus anteriores generaciones, los demonios se habían ido, la organización había sido clausurada. No tenían la responsabilidad de seguir cargando con ella, para ellos solo era un estigma en la familia. Ryūjin la observo todo el rato, leyendo sus pensamientos. Había convivido con ella durante toda su vida, después de todo, él era su protector— Ellos son los únicos culpables. Si ese hombre hubiese tenido la suficiente habilidad no estarías pasando por nada de esto... Todo es culpa de Rengoku Kyoju...—
Se callo inmediatamente cuando los ojos gatunos y brillante de Marion le miraban en advertencia.
—No vuelvas a pronunciar su nombre, otra vez—
El tono de la mujer se fue agravando. Ryūjin trago grueso, si no conociera a Marion como la conocía, en esos momentos estuviera temblando de miedo. La mujer rara vez se enojaba, y aún más raro le intimidaba con su sangre demoniaca.
Sabía que no le haría daño, pero siempre se enojaba con él cuando le echaba la culpa a los Rengoku por su destino. Era la verdad, la habían repudiado en cuanto el hermano menor de su amante había muerto. Si no hubiera sido por Yushiro-san y por la familia Ubuyashiki, posiblemente se hubiera convertido en cenizas años atrás. Y él, como su protector y futuro jefe de familia Fuji iba a protegerla de esos ineptos bicolores, no permitiría que el fantasma de ese hombre le atormentará más.
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Corazones en Llamas
FanfictionDespués de la derrota de Muzan los tiempos de paz vuelven a Japón, el mundo comienza a olvidar a los demonios y la noche volvió poco a poco a ser segura para los aldeanos. En el Japón moderno, Rengoku Toujuro es un chico muy activo al que le encanta...