Capítulo 11. Profecía.

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Carrigan

Los días del festival y lujuria desenfrenada habían terminado. Aunque que claro, seguimos siendo adolescentes llenos con inmensas ganar de sentir placer imposible de saciar. Tal vez por eso estoy gimiendo el nombre de Nathaniel mientras sus dedos traviesos se mueven bajo mi falda a cuadros.

Mis piernas tiemblan, al igual que el resto de mi cuerpo sin poder evitar el lloriqueo cuando alcanzo la liberación que tanto esperaba aferrada a su cuerpo. Nathaniel me sostiene y besa mis labios con pasión y delicadeza.

—Buena chica. —eso solo hace que termine de correrme con sus dedos aun dentro de mí. —Claro que podemos seguir. —muerde mi labio inferior.

Yo me rio negando, mi respiración es un asco.

—Debes irte, y aunque no esté muy feliz con la idea, debemos saber de que se trata todo esto.

Él suspira, sus dedos me abandonan y yo respiro profundo.

Miro como Nathaniel saborea el líquido sobre sus dedos. No sé qué es mayor, la excitación... o la timidez de saber que está probando algo tan íntimo sin un ápice de vergüenza alguna.

Tocan la puerta y Nate ríe antes de acomodar mi falda y abotonar los botones sueltos de mi camisa blanca. Robándome un último beso.

— ¡Ya nos vamos pervertidos!

Quiero esconderme cuando Nicholas entra a la habitación, sonriendo alternando su vista desde mis pies hasta mi sien, hace lo mismo con mi compañero.

— ¿Quién perdió la apuesta?

—Carrie.

—Nate.

Ambos nos miramos. Me cruzo de brazos y él hace lo mismo.

—Tú caíste primero, Blanchard. —sonrío arrogante.

— ¿En serio?

A propósito recuerda las noches anteriores. Me sonrojo y aclaro mi garganta. Entra a mi mente solo para torturarme.

—Eso no se vale. —me quejo.

Él se ríe.

—Acabas de comprobar que eres el débil. —sonríe mostrando todos sus dientes.

— ¡Asco! —grita el rubio. —Estoy aquí, ¿saben? Nathan, vámonos antes de que puedan multiplicarse. Huelen a sexo, que asco.

Trago grueso.

—Tus chistes no tienen gracia. —mascullo.

Jones gira sus ojos azul marino y lo seguimos fuera de mi habitación.

No he visto a Annabelle desde las lupercales en la biblioteca ¿Aceptaría Galia compartir su recamara conmigo? No es como que pase mucho tiempo aquí, pero aun así es incómodo cuando debemos compartir la recamara.

Más incomodidad para mí, más desprecio para ella.

Después de pasar por la sala común, y bajar por las escaleras principales, llegamos a la salida. El sol brillaba bastante el día de hoy, aun hacia algo de frio junto a los pequeños puñados de nieve acumulada en algunos espacios.

Tal vez en una semana el invierno al fin acabe.

—Tenemos el respaldo de la señora Ainsworth para ausentarnos.

Se suponía que los chicos irían hace unos días a Londres, pero criaturas son criaturas. Y prefirieron posponerlo por el festín corporal.

Me guardo los detalles.

Almas Gemelas © LIBRO 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora