Capítulo 25. Carne, Sangre y Cenizas.

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Si él es un fantasma, yo podría ser un espectro. —Taylor Swift.


Unos besos en la nuca me hacen cosquillas ahuyentando mi sueño.

Su olor inconfundible me alcanza mientras comienzo a desperar.

—Nate... —murmuro.

—Buenos días, mi loquita. —me río y ruedo los ojos. — ¿Quieres desayunar? —Asiento con la cabeza. —Levanta ese hermoso trasero entonces.

—Entonces no. —murmuro tomando su mano y lo abrazo a mi cuerpo con su pecho contra mi espalda.

— ¿No tienes hambre? —pasa la nariz por mi oreja erizando mi piel.

Su mano me roza la piel del brazo mientras comienza a recorrer mi cintura, pasando por mis caderas hasta dejar la mano quieta entre mis piernas.

—No... —me quejo abrazando la almohada cuando se aleja.

—Crema batida, panqueques, frutas... —dice.

Mi estómago ruge en respuesta, él se ríe y yo me quejo.

Mi apetito ha regresado poco a poco, mientras que los primeros días tan solo podía beber algo de caldo y beber agua sin votarlo con las arcadas de la maldita rehabilitación sobrenatural a la que fue sometida.

—Cinco minutos más. —Siento como la cama pierde peso, y creo que se irá solo... Pero no tarda nada en hacer de las suyas cuando me arrastra fuera la cama.

— ¡Nathaniel! —aprieto los dientes. Entreabro los ojos. —No seas así conmigo. —hago un puchero.

Por lo menos la habitación estaba levemente iluminada gracias a las gruesas cortinas oscuras que le prohibían al sol asomarse.

—Anda, anda. —me besa castamente inclinándose sobre mi cuerpo cubierto únicamente con una de sus camisetas. —Debes comer.

Bufo y le doy la espalda gateando de nuevo a mi sitio, pero el niño molesto me toma de la cintura cargándome.

— ¡Nate ya! —me quejo. Él se ríe y me carga como un bebé, pasando sus brazos bajo mis piernas. —Eres molesto.

—Llevas interrumpiendo el sueño de todos, Bestia ¿crees que no me iba a vengar? —abro la boca incrédula.

— ¡No es justo! Ustedes fueron los que me despertaron para darme esa mierda que sabe a vómito de gato. —me quejo.

— ¿Has probado el vómito de gato? —inquiere divertido. Ruedo los ojos. —Que humor. —abre la puerta de la habitación y salimos.

—No me gusta que me despierten. —muerdo el interior de mi mejilla.

—Para otras cosas sí. —murmura sacándonos del pasillo.

Ruedo los ojos.

Baja las escaleras conmigo aun en sus brazos, seguramente todos siguen dormidos. Entramos a la cocina y me sienta sobre la encimera de mármol blanco. La casa era fría en cuanto a colores, blanco, negro, gris, azul, turquesa... Un hogar masculino. Pero no me molestaba para nada, me encantaba, la casa se sentía fría... pero al mismo tiempo cálida gracias a la madera de los muebles y las chimeneas en las habitaciones, amaba pasar mis fines de semanas aquí después de clase... o las veces en las que Nate y yo nos escapábamos por las noches.

Eso antes de que todo pasara.

— ¿Qué se te antoja? —pregunta dándome la espalda.

—Huevos con tocino... panqueques... —contesto detallando los deseños con pintura negra. El asiente. —Y un té, por favor.

Almas Gemelas © LIBRO 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora