Capítulo 12.

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Era el segundo domingo que estaba allí y, afortunadamente, ya les había parecido tortura suficiente.

Se encontraba en la iglesia escuchando la misa, aunque realmente aún no era del todo consciente puesto que para sacarle de las mazmorras le habían drogado. Sí, le habían traspasado a una de estas como las de la Edad Medía la noche que le descubrieron hablando por teléfono. Los efectos duraban alrededor de una hora así que en poco terminarían; ya que, al parecer, nadie podía saber el paradero del lugar dónde le habían tenido y eso les pareció la mejor forma, o al menos la más eficaz.

Cuándo recuperó la cordura lo primero que hizo fue pellizcarse, pues dudaba que realmente hubiese salido de aquel lugar que aún le provocaba escalofríos tan solo recordar. No era un sueño, aunque en todo caso sería una pesadilla. Se había olvidado de como era vivir en la luz en vez de en las tinieblas, ya se había acostumbrado a ser un vampiro. Quería seguir escondiéndose ahí el resto de su vida, además, ese era su castigo. No podía permitirse que Niall le viese así, mucho menos Louis. Seguro que el mayor estaría bastante decepcionado con él al percatarse que había caído en la oscuridad, eso de lo que él le intentaba alejar. Nunca le escuchaba, creyó que le iría bien sin hacerle caso.

Joder, ahora que había salido se sentía de cristal. En cualquier momento se quebraría, no era simplemente culpa de la droga. Siempre había estado roto; sin embargo, la situación por la que acababa de pasar le había dejado aún peor. Fue su culpa por salir sin abrigo creyendo que no hacía viento.

Llevaba una gran sudadera con capucha que tapaba incluso su rostro, lo cual le beneficiaba bastante ya que podía llorar sin que el resto de personas se diesen cuenta; también vestía un largo pantalón de chándal, le quedaba más ancho de lo habitual pues era una talla más grande que la suya. Ambos eran de color negro, como la noche. Esa ropa no era suya, se la habrían dado para que no saliese tan sucio pues llevaba con la misma desde que llegó. Hizo el amago de quitarse el suéter, puesto que ese día hacía demasiado calor, mas entonces vio una de sus heridas así que decidió dejárselo puesto, no quería que nadie más las viera.

Mientras el sacerdote hablaba, él intentaba recordar con cuidado todo lo que había pasado ya que tenía la memoria bastante desorganizada. Tan solo pasaban momentos fugaces y revientes por su mente: palizas, gritos, torturas, preguntas, sangre, lágrimas... Una parte de él quería ordenarlo todo, mas otra prefería no volver a mirar al pasado aunque fuese uno muy cercano. Volver a esos momentos le hacía daño.

Cuando el hombre que se encontraba en el altar dijo que podían ir en paz, el rizado fue el primero en levantarse. Una parte de él deseaba ver a su,  aún, compañero de habitación; no había vuelto a hablar con él desde que los hombres le descubrieron hablando y sin pensarlo uno de ellos rompió el teléfono mientras los otros dos le pegaban por todo su cuerpo haciendo caso omiso a sus ruegos. Sin embargo, no deseaba que este le viese en un estado tan deprorable. Por lo cual fue el primero en salir de la mezquita, intentaba huir de un destino inmidente.

Paseó con la cabeza gacha por el inmenso patio en el que apenas había estado. Llegó hasta la parte trasera del internado, allí no había nadie. Remangó las mangas de su sudadera para ver sus flacuchos brazos, desde aquel día solo le daban trocitos de pan a la hora de cenar, estaban llenos de heridas. Algunas eran recientes pues aún salía sangre de estas; otras partes simplemente estaban de color roja, mas dolían. No quiso seguir observándolas por lo que volvió a dejar las mangas tal y como estaban al principio. Se sentó en el suelo, apoyó su espalda contra el muro, abrazó sus encogidas piernas entre sus brazos, por último posó su cabeza sobre estos.

—¡Harry!—gritó Louis corriendo hacia él.

Mierda, pensó el rizado. No sabía cómo le había encontrado, pero quería que se fuese. Le tentó alzar un momento la mirada para ver cómo se encontraba; sin embargo, logró no hacerlo e ignorar su llamada. No estaba listo, necesitaba tiempo, esperaba que el ojiazul se diese cuenta y decidiese dejarle sólo; lo necesitaba.

lune décroissante {LS}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora