Capítulo 25.

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Eran alrededor de las dos y media de la madrugada cuando finalmente un borracho Louis entró a la habitación, había roto su promesa. Su novio llevaba esperándole desde las doce; pues le había dicho que llegaría sobre esa hora. Se había quedado calentándole su sitio en el colchón mientras mantenía su mente ocupada para no dormirse. Había estado muy preocupado por el ojiazul, incluso había pensado en salir a buscarle, siendo consciente de las consecuencias. Su mente no le había ayudado durante esas horas, de hecho, había hecho todo lo contrario. Ese era el riesgo de desconocer algo, él ya lo había descubierto hacía tiempo.

Harry tuvo un deja vu de la noche en la que conoció al de esferas celestes ebrio, andaba como un pato mareado al igual que en esa ocasión. Se apoyaba en los objetos que encontraba en su camino para no caer al suelo. También tenía un ligero olor a tabaco que se iba haciendo más penetrante conforme se acercaba. Eso le inquietó aún más que su impuntualidad. Le observó sigilosamente intrigado por las acciones que realizaría a continuación, mas lo único que hizo fue quitarse la camiseta y acomodarse en la cama. Entonces, el menor abrió sus párpados sin discreción a la vez que le dejaba su lado.

—Creí que estabas dormido.—sonrió, fue a depositar un beso en su frente; sin embargo, se arrepintió al recordar su olor.

—Y yo que las promesas no se rompían.—no quiso decirlo en alto, prefería haber dejado esa conversación para cuando despertasen; ya que no le apetecía discutir debido a que eso podía ocasionar que se durmiese entre lágrimas.

—A veces, las cosas no son tan fáciles como crees y acabas llevándote una ostia súbitamente.—aún no había procesado del todo la confesión que le había hecho esa misma noche Elena, tampoco había encontrado las palabras para decírselo a él.

—¿De qué hablas?—cuestionó confuso mientras se acomodaba en el otro extremo, para oler lo menos posible esa mezcla de alcohol junto a tabaco.

—De nada, Harry, de nada.—suspiró cerrando sus ojos.

—Me molesta que hayas roto la promesa, pero lo que más me preocupa es porqué lo has hecho.—murmuró deshaciéndose de sus calcetines con la única ayuda de sus pies, el siempre dormía descalzo fuera invierno o verano.

—No te preocupes, sé cuidarme sólito, ahora duerme.—sonrió lo más realista que pudo. Su conviviente se limitó a suspirar, no quería entrar en una trifulca a esas horas.

Habían sido unos días claves para el rizado, en los cuales había mejorado bastante su relación con su familia. Estaba muy orgulloso de él. Por fin se había liberado de un peso, no podía atarle a otro. Contarle lo que había sucedido, para entonces, no se encontraba en sus planes. El pequeño estaba listo para salir, no le quedaba nada allí, su estancia en Deux Collines se había dado por finalizada, era el momento de volver al mundo real. Si seguía en ese lugar daría pasos hacia atrás, todo lo que se había esforzado no serviría de nada. Él pensaba que aún podía aguantar un poco más en esa maldita utopía; sin embargo, el más grande sabía que no era así.

Odiaba conocerle tan bien, saber que el fuego que corría por sus venas se extinguiría pronto pues ya tenía fecha de caducidad. Tenía que aprovechar esas llamas que se hallaban en él antes de que fuera demasido tarde pues se hubiesen marchado para no volver.

Quizá se había equivocado al creer que saldrían juntos. La mejor opción sería sacar primero a Harry y después, cuando el conflicto con su futuro bebé estuviese solucionado, salir e ir a buscarle. O quizá era una locura sin sentido,
la peor idea que se le había ocurrido en mucho tiempo.

***

—¿Estás bien?—preguntó el de esmeraldas.

lune décroissante {LS}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora