Capítulo 1.

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Ahí estaba él, de pie, con sus maletas frente a un enorme internado al que no podía llamar hogar, jamás lo sería.

Sólo, porque aunque la señora Knight aún estuviera junto a él su compañía era indiferente.

Temblando y no solamente por el frío.

Aquella enorme casona no tendría más de cien años; sin embargo, parecía construida en la Edad Media por las características de la arquitectura gótica que presentaba el lugar, como los arcos ojivales que terminaban en forma de punta. Eso hacía que tuviera un enorme aura a monasterio o catedral, puesto que ese tipo de arquitectura se utilizaba bastante para estos lugares. Pensó que quizá en un principio habían pensado en construirlo a modo de homenaje a dicha edad mas finalmente habían cambiado de idea por un motivo que su mente no acababa a pensar, mas era una simple teoría.

Estaba situada en Francia, a las afueras de París, por lo que había observado desde la ventanilla del taxi que les había llevado hasta allí. Sin embargo, tenía entendido que la mayoría de las personas  residentes ahí eran de Reino Unido. También algunos eran de otros países pero ninguno de Francia, lo cual era muy curioso. Por lo que tenía entendido, donde él vivía antes de llegar ahí no dejaban construir edificios con esos fines así que habían llevado toda la obra hast allí. Realmente, no sabía si en la ciudad del amor estaba permitido mas no era algo de su incumbencia pues no le ayudaría a marcharse.

Un hombre que no llegaría a los cincuenta años abrió la puerta, vestía elegante y cuidaba bastante su aspecto. Llevaba una carpeta en una mano y las llaves en la otra.

—Pasen.—sonrió.

La mujer acompañó a Harry, tenía unas cosas que hablar con el que resultó ser el director de Deux Collines. Cosas que concretar y papeles que firmar, ya que al fin y al cabo ahora era su tutora.
El rizado estuvo esperando alrededor de treinta minutos en el pasillo esperando a que salieran de la oficina del señor Carver. Después, la señora se marchó dándole las gracias al hombre y sin dedicarle ni una sola palabra al joven. Verdaderamente parecía que le había acogido por obligación, sin embargo, nadie la había obligado a hacerlo.

Samuel organizó algunas cosas de su despacho y seguidamente le pidió al nuevo que entrase. Allí le explicó tranquilamente las normas del lugar y algunas cosas que tenía que saber. Resultó que era un centro católico, lo cual aclaraba más la estética que habían decidido otorgarle. Todos los domingos iban a una pequeña iglesia, que se había construido especialmente para los “reclusos”, a misa y se confesaban mas esto último lo podían hacer todas las veces que quisieran durante la semana.

Era un internado mixto, donde convivían chicos y chicas mas estaba prohibido tener relaciones sexuales o besar en los labios ya que, según la Biblia, no puedes hacer esto hasta después del matrimonio. Al igual que esta regla, debía respetar todas las demás del sagrado libro y las que Deux Collines había añadido. Sin embargo, Harry no había podido prestar atención mucho más tiempo como de costumbre su mente había vuelto a escapar de la realidad para estancarse en un pasado irreversible. Aún así, asintió cuando el señor le preguntó si lo había entendido todo y negó con la cabeza cuando cuestionó si tenía alguna duda.

—Está bien, te mostraré tu habitación.—se levantó de su cómodo sillón.

Anduvieron por unos largos pasillos decorados con vidrieras en vez de ventanas, con imágenes católicas de colores llamativos que facilitaban la visión, puesto que las luces artificiales estaban apagadas. Tenían figuritas religiosas colocadas en todas las estanterías que encontró por el camino, también algunos rosarios o velas a modo de decoración. Aunque parecía que Dios estaba muy presente allí, sin embargo, Harry no podía evitar sentir escalofríos por el tétrico aspecto del lugar al destacar su oscuridad.

lune décroissante {LS}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora