Capitulo 18.

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Era ocho de agosto. Seis meses desde la tragedia. Harry aún contaba los días como si fuese un preso en una celda sin llave ni puerta, cada vez estaba más lejos pero lo seguía sintiendo como si aquello hubiese pasado ayer. No se había podido despedir de ninguno, les había visto en sus últimos momentos mas no les había dicho ni siquiera una cuarta parte de todo lo que les tenía qué decir. No había ido a su funeral, no había podido dedicarles unas últimas palabras vestido de negro. Mierda, de hecho, ni sabía si habían tenido esa última celebración.

Ni siquiera sabía si él seguía vivo o estaba en el cielo, en ese caso Louis era su ángel. Cuando estaba con su novio solía olvidarlo, le dedicaba todo su cuerpo y alma a este, mas cuando estaba sólo el demonio iba a visitarle para hacerle sentir de la peor de las formas pues sabía que en esos momentos se encontraba realmente vulnerable.

En ese momento caminaba sin compañía por los largos pasillos de Deux Collines, venía de una sesión con la «psicóloga». Había sido de las más duras, la mujer se había propuesto que el joven le dijese lo que había sucedido en su pasado. Ella le había mostrado dibujos, supuestamente eran pinceladas al azar pero eran claros bocetos que mostraban sin rodeos su vida antes de entrar allí. El pequeño había continuado mintiendo, negando todo lo que ella le decía, así que la mujer había decidido contarle una historia que, según decía, la había inventado ella misma; sin embargo, era bastante semejante a su vida.

Eso había sido como una jarra de agua fría, le había pillado desprevenido y desprotegido. Hacía tiempo que no revivía esos momentos en los que sintió verdadero pavor mas había tenido que seguir adelante; sentado en aquella silla frente a la monja, con un enorme nudo en la garganta, intentando reprimir sus lágrimas el máximo tiempo posible y negando rotundamente cuando esta le preguntaba si le sonaba de algo el cuento. En cuanto salió comenzó a derramar aquellas gotas saladas, no podía seguir escondiéndolas.

Subió las escaleras de caracol con la cabeza gacha en dirección a su cuarto, ya se sabía el camino incluso con los ojos cerrados. Necesitaba ver a su amor, abrazarlo hasta volver a sentirse bien mientras se decían mutuamente lo mucho que se amaban y que saldrían de allí juntos.  Pocas cosas, más bien personas, le quedaban a las que aferrase. Solo un poquito de amor para curar su dolido corazón o acabaría pudriéndose. Necesitaba a Louis, él era su familia ahora.

Se frotó los ojos con el gorrito gris, ese que llevó el día del incendio, hasta hacía unos segundos estaba sobre su cabeza. En efecto, estaba cavando aún más su propia tumba poniéndoselo en ese día. Puto masoquista.

Abrió la puerta mirando directamente hacia la cama de su pareja, solía encontrarse ahí fumando uno de sus cigarrillos, usualmente con los dedos amarillos, observando a la nada o la foto del rizado durmiendo que aún tenía colgada. Salía horrible, pero su amor decía que estaba adorable y la llevaría consigo siempre.

Sin embargo, no encontró nada parecido a lo mencionado. Ojalá. Elena se encontraba allí, no la veía desde hacía un par de semanas cuando tuvo que llevarle su colada, estaba junto al ojiazul. La última vez que les vio juntos fue uno de sus peores días, mas este parecía superarlo con creces. Se estaba ahogando, no precisamente por el agua, el aire lo sentía distinto, deseaba quedarse sin oxígeno para no seguir viendo esa escena.

Se besaban apasionadamente, cómo ellos habían hecho tantas veces.

Estaban sobre la cama del rizado, como si se burlasen de él.

El mayor ni siquiera miró por una fracción de segundo al que, supuestamente, era su novio.

La chica sí le observó, sonrió mientras le daba un beso de tornillo.

Él la llamaba por lindos apodos, como hacía con el ojiverde.

Y Harry, él no entendía nada.

Carraspeó para llamar su atención, pues si hablaba estaba completamente seguro que no le saldría la voz, aunque realmente no sabía qué haría cuando obtuviese su objetivo.

lune décroissante {LS}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora