Capítulo 26.

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Louis no había dormido ni un sólo minutos con tal de cuidar a su amor. Había estado muy asustado, hasta había llegado a creer que le perdía. Todo fue muy rápido, pero el mundo del mayor se movía a cámara lenta. Sintió el verdadero pavor, incluso salió al pasillo con lágrimas en los ojos para gritar auxilio hasta quedarse sin voz y sentir sangre en su garganta. Nunca había presenciado un ataque de ansiedad, no sabía cómo reaccionar. Cuando volvió al interior junto a Liam, que paseando había escuchado al ojiazul, el rizado se había desmayado.

El de ojos marrones fue a la pequeña clínica a por algunas cosas que le ayudarían, por lo visto, uno de sus familiares era médico, así que sabía un poco sobre el tema. Cuando vio que empezaba a estar mejor se marchó, el ojiazul se quedó vigilándole toda la noche esperando que durmiese lo máximo posible. Aunque, de vez en cuando, le despertaba para que se tomase lo que el muchacho le había dado. Él había pasado la noche a su lado jugando con sus rizos u ojeando las instantáneas, por ejemplo. No se había alejado ni un segundo, había pasado las horas bebiendo el asqueroso café de allí para combatir el sueño, al igual que el menor no se separó de él la noche que intentó arrebatarse la vida.

—¿Cómo te encuentras?—murmuró al ver que empezaba a abrir los ojos.

—Mejor.—bostezó, estaba muy cansado.

Lo que había sucedido en la madrugada era otra prueba de que Harry no podía permanecer ahí más tiempo, ya era su segundo ataque, ¿Quién le afirmaba que ese fuera el último o que no fuese a peor? Quizá necesitaba a un médico de verdad que le ayudase, en Deux Collines no tenían lo necesario para él. Sin embargo, tampoco podía dejarlo vagando sólo por las calles. Si hacía eso estarían en las mismas pues, si en algo tenía razón, era que seguía siendo un crío. Era una situación bastante compleja, con tantos pros como contras, demasiado igualada como para saber qué era lo mejor.

—Me alegro, ahora descansa, todo saldrá bien.—posó sus labios en su frente, luego acarició su rostro haciendo que cerrase los párpados.

—Louis—le nombró cuando este se alejó unos centímetros.

—¿Si?

—Ayer creí que me moría, que no saldría de esa.—su voz se rompió en las últimas palabras a la vez que sus ojos se cristalizaban.

—Pero saliste.—le tomó de una de sus manos mientras que con la otra le acariciaba los rizos de su cabello.

—Tenía mucho miedo. No quería morir. No quiero irme al otro mundo. Nunca. Me da igual si es mejor, no quiero conocerlo...—se detuvo al darse cuenta de que volvía a respirar de forma entre-cortada. Por lo que dio largos suspiros para relajarse.

—Tranquilo, Harry.—no le soltó, de hecho, le agarró un poco más fuerte.

—Entonces te vi a ti, me mirabas igual que ahora. Me transmitiste confianza y por un momento, pequeño pero existente, me sentí a salvo. Luego saliste a pedir ayuda; yo me desmayé.—relató brevemente.

El de dieciocho años no dijo ni hizo nada, no sabía cómo reaccionar ante aquello.

—Louis.—volvió a  llamarle.

—Dime.

—Serás un excelente padre. El bebé será precioso, seguro que tiene tus ojos o esas arruguitas que se te forman en ellos al sonreír.—esbozó una sonrisa antes de cerrar los párpados. Realmente le dolía que su amor fuera a ser padre sin él; sin embargo, si le quería, debía estar feliz por el chico.

***

Finalmente era veinticuatro de diciembre. Para muchos era nochebuena, la víspera de navidad, se reunirían con sus familiares y las personas que más amaban para cenar juntos. Sin embargo, Harry había perdido esa tradición junto con su familia; ya no quería celebrar la que había sido su fiesta favorita desde crío. Siempre tenían el mismo menú, hecho por su abuela materna: de entrante, jamón de bellota acompañado por un buen queso; de primero, sopa de marisco; de segundo, una gran variedad: cordero con una salsa especial creada por su nana, gambas, gambones y patas de cangrejo, aunque a el pequeño no les gustaban estas últimas; por último, el postre, tronco de navidad con sabor a chocolate encargado con un par de días de antelación. Pese a comer lo mismo todos los años, no se casaba de degustarlo, lo amaba, hasta ese año en que simplemente recordar su olor le provocaba dolor de cabeza.

lune décroissante {LS}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora