Padre e hija.

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Un escalofrío acarició mi cuerpo, subía cautelosamente desde mis pies hasta mi cabeza

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Un escalofrío acarició mi cuerpo, subía cautelosamente desde mis pies hasta mi cabeza.

Roman frunció el ceño, abrió la boca para decir algo, pero enseguida la cerró y vió fijamente a mi padre, él estaba sentado en la silla, seguramente estaba como yo, talvez sentía ese escalofrío y esa extraña sensación que recorría su estómago y subía hasta su garganta o solamente permanecía sentado con una idea aterradora que daba vueltas en su cabeza <<Está muerta>>.

—¿Frank?...¿Que sucede?—tragó grueso, su voz cambió de segura a lenta y temblorosa.
Mi padre no decía nada, entonces bajo la mirada y miró el suelo, permaneció así por un rato, mirando el suelo, como si estuviera ordenando las palabras en su cabeza para hacer una buena pregunta, luego me miró a mi—¿Que ocurrió?

—¡Que se ha ido! ¿Que acaso no lo entiende?—dije antes de pensarlo.

—¿Que?—me preguntó y luego miró a mi padre—Frank...¿Que carajos sucede?

Sus preguntas eran tan tontas, no sabía si ella era tonta o actuaba como una. Pegué con frustración las manos contra la barra y la mire fijamente.

—Ellen está....—las palabras no salían de mi boca, me costaba pensar lo que me decía la vocecita del lado oscuro de mi cerebro <<Ellen está muerta>> entonces la callé, respiré y recordé la cadena que habían encontrado hace dos semanas, le pertenecía a Ellen. Roman seguía ahí parada sin decir nada, podía notar que estaba confundida y con los ojos cristalizados, seguro estaba entendiendo lo que ocurrió pero de otra forma, como todos seguro pensaba que Ellen estaba muerta—Ellen ésta desaparecida—logre decir y seguidamente me levanté de la silla y me di vuelta para salir de la cafetería.

—¡Espera!—La voz de Roman me detuvo, me di vuelta para verla y entonces escuché a mi padre.

—Déjala en paz—mi padre miro fijamente a Roman, aún permanecía sentado y quieto como una estatua, sin mover ninguna parte de su cuerpo. Ella se quedó en silencio, estaba ahí parada sin hacer nada, solo mirando fijamente a mi padre.

—Saldré un rato—les dije ignorando lo ocurrido.

Connor se volteó levemente en su asiento, sus ojos de color miel impactaron con los míos.

—¿Quieres que te acompañe afuera, bonita?

Abrí mi boca para decir <<si>> pero entonces mi padre hablo primero.

—¡No!—mi padre pego ambas manos contra la barra y luego se levantó de su asiento—ustedes han arruinado el cumpleaños de mi hija—él miró fijamente a Roman y a Connor, pude notar como se marcaban las venas en su cuello y como las arrugas se presenciaban poco a poco en su frente, haciendo lucir un semblante serio. Nunca antes lo había visto así, también pude notar como apretaba sus mano a sus costados como aguantando las ganas de golpear a algo o a alguien. Él se acercó hacia mi y me regaló una sonrisa, su cara lucía roja y parecía estar tenso, las arrugas en su frente aún se presenciaban, al igual que las venas que lucían escandalosas en su cuello.

Pasé mi mano por su hombro en un movimiento circular y sencillo, el me dió una sonrisa, escondió un mechón de cabello que caía en mi frente, detrás de mi oreja y paso su dedo pulgar suavemente por mi mejilla, sentir su suave dedo en mi mejilla me tranquilizaba.

—Lo siento preciosa—el tono de su voz era lento y frágil.

—¿Por qué?—lo miré con una sonrisa que logré fingir en segundos.

—Por esto, por arruinar tu día tan especial.

—Papá, no, no digas eso, tú no tienes la culpa de nada, no es un día especial, solamente fue el día donde por desgracia llegué al mundo.

Mi padre abrió la boca para decir algo, pero enseguida la cerró, tomo mi mano y me pegó a su pecho para luego encerrarme en sus brazos y plantar un beso en mi frente.

—No cielo, no digas eso.

—Es la verdad...Ellen despareció por mi cul...

—¡Que no!—me interrumpió—no digas tonterías, Ellen no despareció por tu culpa y tampoco es una desgracia que hayas llegado a este mundo—su mano acariciaba mi pelo, haciéndome sentir segura.      

Le regalé una vez más otra sonrisa fingida y entonces mis ojos captaron lo que guardaba en el bolsillo izquierdo de su camiseta. Una pequeña cajita roja con una etiqueta blanca que cubría la parte superior de la misma, de seguro era lo que mi mente pensaba. Cigarrillos.

—Te amo—lo rodeé con mis brazos.

—También te amo, pequeña, aunque ya creciste—un silencio se apoderó del lugar por un segundo—ya eres toda una mujer.

Mis comisuras se elevaron con rapidez para regalarle una sonrisa por sus palabras. Me separé solo un poco de él, mi padre me dió un beso en la cabeza. Mientras él me hacía sentir segura en sus brazos, en mi mente planeaba algo para quitarle la posible cajita de cigarrillos o pedírsela sin que me dijera que no. Si me acercaba más podría meter mi mano rápidamente en el bolsillo de su camiseta y podría agarrar la caja, aunque se daría cuenta. Mi única opción era pedírsela y rogar porque me dijera que si.

Así que seguidamente, me separé un poco de él y con los ojos señalé la pequeña cajita.

—¿Esos son cigarrillos?

—Así es cariño.

—¿Me darías uno? ¿Uno solo?

Mi padre miro hacia arriba, tomo aire y volvió a enfocar su mirada en mi.

—No creo que sea buena idea cari...

—Papá, no tengo dieciséis años, tengo diecinueve, no soy una niña—lo interrumpí.

—Tienes razón—él pasó la mano por su pelo y respiro una vez más—está bien, te daré uno, porque es tu cumpleaños y debes estar un poco triste o desanimada y...lo entiendo.

—Papá. No estoy triste y tampoco desanimada, estoy normal, solo quiero el cigarrillo.

—Está bien hija...te lo daré, pero solo por esta vez, ¿Ok?—metió su mano en la cajita para sacar un pequeño cigarrillo.

—Está bien padre.

—Ten—me dijo dándome el pequeño cigarrillo en las manos, extendí mi otro brazo y abrí la mano moviendo los dedos de arriba hacia abajo; enseguida se dió cuenta que le estaba pidiendo el encendedor, seguidamente me lo entregó.

—Gracias papá, te amo—planté un pequeño beso en su mejilla derecha; sus labios se curvaron hacia arriba formando una alegre sonrisa, y entonces un recuerdo invadió mi mente. Un hombre muy elegante, con un peinado hacia atrás que lo hacía lucir aún más elegante, con su camisa clásica de cuadritos, pantalones anchos y zapatos casuales, que iba a buscar a su pequeña hija de siete años, en la escuela; ella lo esperaba con una gran sonrisa en el pasillo de salida, con sus trencitas negras que caían tiernamente por su franela y cuándo veía que estaba cerca, gritaba <<¡Papiiii!>> Y se lanzaba encima de él. Él la cargaba y salían directamente al puesto de helados que quedaba justo al frente de la escuela.

Saber que esos tiempos no volverían, me hacían sentir triste deprimida, extrañaba ser ésa pequeña niña tierna; ésa que esperaba con una gran sonrisa a su padre para salir a comprar dos grandes conos de helados; ésa que tenía siete años y creía que los deseos se podían hacer realidad.

Me despegue de mi padre y le di una sonrisa antes de salir de la cafetería. Mis ojos estaban apunto de ahogarse en lágrimas y no quería que mi padre me viera llorando, así que lo mejor fue salir rápidamente de la cafetería.

CASS don't let it outDonde viven las historias. Descúbrelo ahora