#Capitulo 3: Lugar favorito

229 32 0
                                    


No puedo creer lo idiota que podía llegar a ser. Todo iba bien, estaba sabiendo más cosas sobre ella y estábamos entablando una pequeña cercanía pero lo tuve que arruinar con mi bocota. Habia pasado de estar acariciando su mejilla y estar con nuestros brazos entrelazados, ha simplemente caminar una al lado de la otra sin siquiera tener un roce. Abbie se había alejado notoriamente y mentalmente me golpeaba por haberlo provocado. 

—Perdón si la ofendí, Abbie —me disculpé nuevamente después de haber caminado por más de quince minutos en silencio a su lado. 

El sol ya estaba completamente a fuera y podía sentir mi cara tirante y adolorida por el calor.

—Ya me había pedido perdón, Dakota —ni siquiera me miró.

—Lo sé —suspiré acomodando mi vestido—pero sé que aún está enfadada —la miré sin dejar de caminar a su lado—. Debo aprender a mantener mi boca cerrada en algunas ocasiones.

—¿Creí que no le importaba lo que pensaran de usted? —me miró por unos segundos antes de volver apartar la mirada.

—No me importa —aclaré—pero no quiero que nos llevemos mal, Señorita. Estaré mucho tiempo aquí y no quiero incomodarla.

—No me incomoda, Señorita Wennslath. Al contrario, me gusta que sea desubicada —sonrió divertida, haciéndome sonreír con alivio—. Las mujeres del pueblo acostumbran a decir solo lo correcto.

—Usted también pareciera querer decir solo lo correcto —fruncí el ceño.

—Sí pero tal vez con usted ya no sea necesario pensar las cosas dos veces antes de decirlas —me regaló una suave sonrisa.

—Me gusta escuchar eso —sonreí tomando mi cabello para hacerme una coleta—. ¿No le parece que hubiera sido mejor venir a Caballo? —cambié de tema sintiendo como el sudor se hacía presente en mi cuerpo.

—No se andar en ellos —confesó un tanto avergonzada.

—Me sorprende que una mujer de pueblo no sepa montar a caballo —solté una pequeña risa.

—¿Usted sabe? —me miró con interés. Sus ojos eran muy bellos, rodeados por pestañas largas y negras, volviéndola una mirada mucho más profunda.

—Sí —asentí con orgullo—. No es dificil.

—¿Me podría enseñar?

La miré a gusto ante su petición.

—Por supuesto —le sonreír—. Cuando usted quiera.

Me sonrió para luego volver su mirada al camino. No sé cuánto tiempo estuvimos caminando pero mis pies ya no podían más, ardían por el calor, mi cuerpo entero se sintió abatido como si hubiera sido golpeado por mil puños. Abbie al ver mi cara de dolor me informó que quedaban solo diez minutos de camino, pero eso no me aliviaba en lo absoluto.

—¿No acostumbra a caminar, Dakota? —sonrió divertida. A ella parecía no afectarle todas esas horas de caminata — en verdad no sabía si habían sido horas o no pero así lo sentía mi cuerpo— en cambio su rostro estaba ligeramente sonrojado por el calor y su postura seguía tan erguida como de costumbre. La envidiaba en ese momento.

—No soy de caminar, la verdad —suspiré.

—Se nota —se rió. Su risa era divertida y me causó ternura el sonido que había salido al finalizar su risa—. Pero para su alivio, Señorita —me sonrió y juro por Dios que sentí como miles de cosquillas se apoderaban de mi cuerpo—. Hemos llegado —miró hacia el frente provocando que yo también lo hiciera.

Nuestro lugar favorito.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora