#Capitulo 28: El paraíso

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Abbie

Me volteó devorando mis labios sin ninguna espera. Rápidamente le correspondí enredando mis manos en su cabello. Ese cabello salvaje que me enloquecía.

—Puede entrar alguien —me aparté entrando en razón—. Aquí no.

—¿Entonces donde? —respondió volviendo acercarme por la cintura. La desesperación emanaba de su cuerpo.

—¿Qué? 

—¿Dónde podemos ser realmente nosotras mismas? —su respiración agitada se mezclaba con la mía—. ¿Dónde Abbie?

Su desesperación me hacían saber que esperaba una respuesta real.

—Dakota —acaricie su rostro con lastima—, no lo sé —fui sincera.

Dos golpes en la puerta provocaron que nos separáramos rápidamente. Obligándome a tranquilizar mi respiración, y corazón, di la autorización para que ingresaran. La puerta se abrió dejándome ver a la diseñadora y a mis Padres.

—!Te ves hermosa! —dijo mi Madre apenas me vio.

—Gracias —respondí con esfuerzo aun sintiendo pena por la pregunta de Dakota.

—Adrián es un hombre afortunada —asintió mi Padre mientras me veía con emoción.

De reojo pude ver como Dakota agachaba la mirada cabizbaja. Si todo esto me dolía tanto no quería ni imaginar lo que significaba para ella. 

—Solo faltaría ajustar un poco la tela a tu cintura —dijo la diseñadora tomando las medidas—. En unos tres días estaría listo —informó marcando mi silueta con alfileres.

—Perfecto —respondió mi Madre—. En tres días vendremos por el.

Luego de que la Diseñadora tomara las medidas para ajustar el vestido a mi cuerpo me dejaron a solas para poder cambiarme nuevamente. 

Hace un mes atrás la idea de elegir mi vestido de novia me resultaba una idea emocionante pero las cosas cambian en un mes... yo he cambiado en un mes. 

Mi vida solo se centraba en elegir los adornos perfectos para el día de mi casamiento, planear la cena de la fiesta, crear las invitaciones y elegir las flores que vería al entrar a la iglesia. Todo eso importaba hace un mes y todo eso dejó de importarme al mismo tiempo.

Dakota era la culpable y no sabía si odiarla por cambiar mi vida por completo o agradecerle por volver mi vida más emocionante.

Luego de salir del local nos dirigimos a las tierras de las señoras Noria y Lucía, unas ancianas que se dedicaban a la venta de semillas y flores. 

—Este lugar es hermoso —susurró Dakota apenas se bajó del auto. 

La entrada estaba llena de rosas rojas, rosas y blancas formando un camino hacia la puerta de la casa de madera. Arbustos perfectamente cortados a la altura de la cintura rodeaban la casa, limitando el terreno principal. Árboles frutales brindaban sombra a la pequeña cabaña.

Mi Padre fue el primero en acercarse por el camino de piedras. Tocó la campana que estaba fija a un lado de la puerta y a los segundos después salió la Señora Noria. 

—Buenos días —nos sonrió con dulzura —¿Qué necesitan? 

—Buenos días Señora Noria. No sé si su amiga Lucía le comentó que estábamos interesados en comprar decoraciones de flores para el matrimonio de mi hija Abbie.

—Por supuesto —sonrió aún más—. Le iré avisar a Lucía para que vayamos, espere un momento.

A paso lento, y con ayuda de su bastón, volvió a perderse dentro de su casa.

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