#Capitulo 29: Sorpresa

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Abbie

—¿Están listos? —pregunté interrumpiendo su platica.

—Sí —respondió mi Padre—, ya estamos listos. ¿Tú, hija?

—También.

—Demoraron menos de lo que pensé —escuchamos a nuestras espaldas.

—El lugar es hermoso. De haber habido una posibilidad de tener todas las flores en la boda hubiese sido increíble —le sonreí a ambas.

—Para el día de tu boda habrán una que otra flor de regalo por parte nuestra —sonrió con cariño—. Ese día será uno de los más importantes para ti muchacha.

Simplemente asentí sintiendo mi vientre apretado por sus palabras. Ese día seria todo menos un bonito recuerdo.

—¿Cuáles son las flores que eligieron? —la señora Lucía sacó una pequeña libreta.

—Rosas rojas. Infaltables—respondió mi Madre con gran entusiasmo—. Y Claveles blancos.

Así sucesivamente fuimos diciendo los nombres de las flores que habíamos elegido, hasta que llegó el turno de Dakota. 

—¿Tú, muchacha...

—¿Puedo anotarlos directamente en su libreta? —preguntó con cortesía. 

—Claro —le sonrió—. Me haría un gran favor también. Estas manos temblorosas ya no acatan ordenes.

Entre sonrisas Dakota tomó la libreta junto al lápiz y bajo la atenta mirada de todos comenzó a escribir. En un intento fallido de poder ver los nombres que estaba escribiendo me acerqué a su lado pero ella rápidamente alejó la libreta de mi vista, no sin antes reír por mi gesto. 

—Tanto misterio —suspiró mi Madre. Pude sentir la incomodidad de mi Padre ante su comentario.

—Encuentro lindo que quiera darle una sorpresa a su Amiga —respondió la Señora Noria a la defensiva.

—Gracias —dijo Dakota entregándole la libreta. Sabía que las gracias no solo eran por dejarla escribir en ella.

—Estamos listos entonces —mi Padre intentó cortar el momento tenso que había generado su esposa.

—Muchas gracias por todo —me uní.

—De nada —respondieron al mismo tiempo haciendome sonreír.

En silencio las seguimos hacia la entrada de la casa. Nos despedimos con un rápido adiós y sonrisas fugaces de agradecimiento. 

Ya no quedaba nada más que hacer. Volvimos a casa en total silencio. Mi padre se vía un poco molesto por la actitud que había tenido mi madre, ninguno de los dos se miró en todo el camino. Lo bueno es que la casa de la Señora Noria y Lucía quedaba muy cerca de nuestras tierras, así que la incomodidad que sentía al estar todos juntos encerrados en un auto solo duró unos minutos para nuestra suerte.

Apenas llegamos fuimos al comedor, la comida ya estaba lista. 

Mi padre intentó mantener una conversación con Dakota sobre caballos y para la sorpresa de él, ella sabía mucho sobre eso. En ese momento me enteré de que la Madre de Dakota había estado en dos competencias de carreras en su pueblo, lo cual logró sorprender hasta a mi madre que se había mantenido ajena a la platica hasta ese momento.

—¿Ernesto no se interpuso? —le preguntó mi Padre un tanto sorprendido.

—No lo sé —frunció el ceño—. Todo eso ocurrió antes de que yo naciera pero lo más seguro es que mi Padre haya intentado oponerse.

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