#Capitulo 11: La fiesta

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Abbie

¿Qué era lo que había pasado?

Me lo preguntaba una y otra vez mientras me vestía. Lo que me había hecho sentir Dakota mientras nos mirábamos era algo que ni siquiera yo podía explicar. Era tan fuerte y frágil al mismo tiempo. Nunca había dejado que mi enojo saliera a la luz, siempre pensaba las cosas dos veces antes de decirlas pero cuando vi a Dakota en los brazos de Rafael no pude contenerme. ¿Por qué me afectaba tanto verla con él?

 —¿Estás lista Hija?

La voz de mi Padre había logrado sacarme de mis pensamientos. Me miré por ultima vez en el espejo para asegurarme de que estuviera completamente bien. Acomodé mi vestido negro el cual era largo con un corté en la parte de la pierna dejándola al descubierto, junto con un escote. Esta vez había decidido llevar el pelo suelto con mis ondas al natural porque la verdad no tenía cabeza para pensar en algo más. 

—Estoy lista —dije abriendo la puerta para poder verlo.

—Te ves hermosa, Abbie —me dio un pequeño beso en la mejilla—. Adrián es un hombre afortunado —me sonrió con orgullo.

—Muchas gracias, Padre —sonreí sintiendo una pequeña incomodidad al escuchar su nombre—. Te ves muy guapo también.

—Gracias.

Juntos bajamos las escaleras tomados de la mano y en cada paso que daba sentía mis piernas temblar por los nervios. Sabía que Dakota estaba esperándonos en el auto porque la había escuchado salir de su habitación antes que yo haciendome saber que ya estaba allí afuera, y saber que al cruzar la puerta estaría ella me generaba nerviosismo. ¿Qué vestido habrá elegido?. Sea cual sea sabía que se vería hermosa de todas formas.

—Al fin, Hija.

La voz de mi Madre provocó que alzara la mirada para percatarme que ambas estaban de pie a un lado del auto mirándome. Mi atención fue de inmediato a Dakota. Se veía más hermosa de lo que había imaginado. Llevaba un vestido largo acampanado de color azul con un corte a la altura de su pierna, al igual que el mío, y un escote elegante que hacía resaltar más sus pechos y su clavícula. Había superado mis expectativas por lejos.

—Se ven hermosas —dijo mi Padre abriendo la puerta del primer auto en el cual iríamos Dakota y yo.

—Muchas gracias, Señor Aaron —le sonrió, tan encantadora como siempre, antes de subir al auto.

—Gracias —le sonreí antes de seguir a Dakota.

Al cerrar la puerta el silencio nos rodeo y a diferencia de los días anteriores, este silencio era tenso. Ninguna había dicho nada, ni siquiera nos habíamos mirado y estar en una situación así con Dakota se sentía fuera de lugar. Nunca había sido así y temía que después de nuestra discusión las cosas se pusieran incómodas entre ambas.

Por un momento pensé en decirle lo linda que se veía pero no estaba segura si eso le agradaría. No sabía cuan enojada estaba conmigo y no quería arriesgarme a descubrirlo camino a la fiesta. No arruinaría esta noche con otra discusión. 

Ya encontraría el momento adecuado para poder hablar las dos a solas.

Al cabo de veinte minutos en auto llegamos a las tierras de los Grimfols. Al igual que en todo el camino nos bajamos en silencio en la espera de que mis Padres llegaran a nuestro lado para poder entrar todos juntos. No éramos los primeros en llegar, la casa ya estaba comenzando a llenarse y apenas entramos fuimos en busca de la Familia de mi prometido.

—Al fin llegan —se acercó el Padre de Adrián a saludarnos. Llevaba un traje azul oscuro con una corbata negra y una camisa blanca. La corbata combinaba con su barba.

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