#Capitulo 8: Fugitiva

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Dakota

—Danos cinco minutos, Dakota —dijo el Señor Lunsbork llevando a su esposa a unos cuantos metros de nosotras para poder hablar.

—No entiendo como no se derriten ante este bebé —miré a la criatura entre mis brazos. Se había quedado dormida.

—A mi Madre no le gustan los animales dentro de casa.

—Es pequeña, no molestará —prometí—. Solo estaré dos meses, después la llevaré conmigo —miré nuevamente a la pareja de casados que parecía tener una pequeña discusión por mi culpa—¿Nunca ha tenido una mascota? —volví a mirar a Abbie.

—Sólo a Amor —se encogió de hombros—¿Usted?

—Tenía una gata pero murió hace unos años.

—Lo siento.

Volví a mirar a los Señores Lunsbork para darme cuenta de que Angela tenía su mirada fija en mí mientras su marido se veía concentrado hablándole. Si no le agradaba antes, ahora ya era algo definitivo. Mi madre hubiera aceptado encantada, ella amaba a los animales. Si no hubiera sido por mi Padre ella hubiera llenado la casa de animales. Me hacía mucha falta.

Al cabo de los minutos los Padres de Abbie se acercaron nuevamente.

—Hemos hablado y lo siento Dakota pero no puedes llevarlo.

—¿Por qué no? —lo miré con el ceño fruncido.

—Angela es alérgica.

La miré sin poder creer lo que había escuchado, de lejos se notaba que eso era una mentira y su expresión ganadora me hacían hervir la piel. Ella se saldría con la suya. Era capaz de mentir con tal de que se hiciera lo que ella quería pero ella no me conoce, no tenía ni idea de lo que yo era capaz de hacer cuando una idea se me cruzaba por la mente.

—Lo mantendré alejada de ella.

—No es posible, Dakota —negó—por favor devuélvelo. La esperamos en el auto.

Sin decir nada más se dieron media vuelta y comenzaron a caminar hacia el auto. Mi mente rápidamente comenzó a idear algún plan para poder llevarla a casa sin que se dieran cuenta pero mi lógica me decía que sería imposible en ese momento. No podía ocultarla sin que se dieran cuenta, me encontraba limitada.

—La acompaño, Dakota.

En silencio nos dirigimos nuevamente hacia el callejón en donde estaba la caja. Me arrodillé para poder dejarla dentro sin que se despertara, me partiría más el corazón si veo sus ojitos. Dejé la bolsa con comida abierta a su lado, al menos así podría comer aunque sea un poco.

—Vamos —sentí la mano de Abbie en mi hombro—alguien más se la llevará —intentó tranquilizarme. Pero sus palabras no me importaban en ese momento.

Sin decir ni una sola palabra me levanté y comencé a caminar hacia el auto. No podía entender como la Familia Lunsbork no era capaz de apiadarse de esa pequeña criatura indefensa. Ahora entendía por qué el señor Aaron era el mejor amigo de mi Padre, ambos eran iguales de fríos e insensibles.

El camino fue silencioso, aún tenía pena y rabia por lo que había pasado. Por un momento pensé que si sería posible poder llevar a la perrita a casa pero solo había sido la esperanza que tenía la que me había engañado. Sentía la mirada de Abbie en mi perfil de vez en cuando, sabía que estaba preocupada por mí pero en ningún momento le devolví la mirada. 

Me bajé rápidamente del auto y entré a la casa para subir a mi habitación. Tenía cosas que planear.

Abbie.

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