capítulo XXV

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Pequeño Interludio Kakuzu

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Faltaban solo dos horas para el amanecer cuando una figura se deslizó a través de las sombras de los tejados, ignorando el bullicio en las calles llenas de nobles, prostitutas y comerciantes.

Obito-sama realmente tenía razón, corrección él siempre tiene la razón. 

Kakuzu se detiene en el borde de un edificio y miró con disgusto el callejón debajo de él, donde lo único que se escuchaban eran los gemidos y gritos de esos nobles asquerosos.

Cuando el sol salga todos los que estuvieron aqui se iran y casualmente olvidaran todo lo que hicieron.

Como dijo Obito-sama poco después de que se volviera su alumno.

"Cuando es de día, la capital brilla hermosamente con familias, madres y nobles agradables pero cuando la luna se pone en alto, la Capital pasa de ser un tiempo familiar a un tiempo personal. Donde lo único que importa es el egoísmo y el placer carnal."

Y Kakuzu odiaba las noches en la capital.

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Fin del interludio

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La habitación se encontraba iluminada por la cálida luz de una vela, colocada en la esquina de un escritorio, donde un mapa estaba desplegado y una solitaria figura estaba sentada dibujando sobre el gran mapa.

Obito mojo su cepillo con tinta nuevamente y continuó dibujando, agregando con delicadeza kanjis y trazos al mapa que tenía extendido en su escritorio.

Obito necesitaba tener algunas zonas y casas seguras, no solo en el país del fuego sino también en el resto del continente como El País del Rayo o El País del Viento.

En el País de la Tierra el ya tiene localizadas algunas cuevas donde hay objetos básicos y sellos de teletransporte en caso de una emergencia. Obito aprendió desde hace un tiempo que, más vale prevenir que lamentar.

Soltó un suspiró y cruzó sus piernas elegantemente, sintiendo una firma de chakra familiar venir en su dirección.

Solo unos segundos después una sombra se deslizó a través del balcón y camino hacia el perchero colocado en la esquina, colocando en silencio sus ropas oscuras y tomando el Yukata de dormir verde oscuro que estaba colgado.

Obito cruzó los brazos sobre su pecho “¿Por qué estás enojado Kakuzu?”

El Beta no respondió y se recargo contra la pared abrazándose a sí mismo. Obito incluso sin verlo claramente podía sentir el leve pánico en su chakra.

El Omega se levantó en silencio y caminó hasta quedar frente al Beta, tomó suavemente una de sus manos callosas y lo arrastró a la cama.

 A Obito le incomodaba dormir en otro lugar que no fuera su nido, el nido que él mismo había hecho en la casa de su madre y en su casa en Tanzaku-Gai. Así que desarrolló la costumbre de acomodar las almohadas a su gusto cada vez que se quedaba en una posada, asegurándose de dejarlas como estaban al día siguiente.

Y hoy no fue la excepción, llevo a Kakuzu a la cama y lo acobigo y acaricio su cabello negro suavemente, haciendo ronronear bajo su toque. 

Puede que Kakuzu sea un Shinobi y un Asesino pero al final él todavía era un niño de 13 años.

Uniendo lo PerdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora