Llego a la oficina sintiéndome completamente abrumado, inquieto, definitivamente no lo soporto.
—Señor, no lo escuche entrar. —dice Rose sorprendiéndose al verme pasar directo hacia el baño. —¿Está todo bien?
—Si, todo bien. —respondo encendiendo la llave del lavamanos para quitar esta sensación de mis manos y cuello, sin embargo, aun la siento en el pecho, deberé bañarme en cuanto llegue a casa.
—¿Seguro que lo está? —Rose se asoma en la puerta viéndome claramente incrédula. —Está actuando extraño, y ya lo he visto actuar así antes, acaso... ¿alguien supero sus límites? —pregunta sin quitarme la vista de encima y sonrió mientras me esparzo jabón hasta por mis antebrazos. Ella no puede evitarlo.
—¿No estás haciendo demasiadas preguntas? —la increpo. —Sabes que no me gustan, si te digo que está todo bien, entonces debes obedecer y silenciarte. —me mira presionando sus labios y no necesito enfocarme en su rostro para saber que justo ahora está más que afligida. Ya sé cómo es esto. Lamentablemente, un humano siempre será un humano.
—Lo se...—murmura cabizbaja. —Pero necesito saber, es importante para mí porque yo cuido de usted—
—Rose. —la interrumpo haciendo a un lado un mechón de cabello rojizo que me imposibilita ver bien su cara. —Suficiente, no olvides cual es el trato para que puedas estar a mi lado, ¿o acaso quieres acabar con esto?
Su mirada se petrifica de un momento a otro. No importa cuánto tiempo pasé, sigue siendo la misma Rosé de siempre, la chica que me siguió a cambio de su propia alma, su humanidad.
—No, lo siento, no seguiré haciendo más preguntas.
—De acuerdo. Ahora ve a arreglar nuestras cosas, es hora de irnos a casa, estoy exhausto.
—De inmediato, señor.
Volviendo atrás, la manera en que todo esto comenzó parece salido de una tétrica historia de fantasía, demasiado confusa e irreal, pero al mismo tiempo, tan tangible que si lo recuerdo todavía puedo sentir la consistencia de la sangre alrededor de mis manos, sangre tibia y levemente viscosa...
Es como si todo hubiera empezado con aquella orden de Rokko...
***
Años atrás.
—De acuerdo G, esto es lo que harás de ahora en adelante, tu principal misión será cuidar de Rose, nuestra hija, ¿Me oyes? —informo colocando ambos manos a los lados de su cadera. —Mientras hagas eso, todo estará bien.
De pronto, parecía que la mujer que por tantos años conocí como mi leal sirvienta, Rokko, se transformaba en algo completamente diferente justo en frente de mis ojos, en una de las más grandes líderes de la mafia rusa y se sentía jodidamente extraño, más de lo que podría explicar.
—De acuerdo. —respondí, no es como si hubiera tenido otra opción.
—Sin embargo, solo eso no bastará, querida. —irrumpió el hombre que desde hace poco reconocía como su marido. —Por supuesto, que cuide de nuestra hija es lo más importante, pero eso no será suficiente para permanecer aquí. —aseguro fijando sus verdosos ojos en mí. —Deberás aprender los gajes del oficio jovencito, en especial, si eres un Ricci.
Mi rostro quedo intacto en cuanto lo oí decir eso, jamás creí que Rokko le contaría sobre que pertenecía a esa familia. Es por eso que mire a mi ex sirvienta con un gran signo de interrogación reflejado en mis ojos.

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Monster
General FictionLa recién egresada de medicina, Amber Jones, se ve obligada a realizar un trasplante de corazón a un atractivo joven, hijo de uno de los mafiosos más buscado de la ciudad. Sin escapatoria, la joven doctora realiza la operación esperando que una vez...