The start of disaster.

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HACE UN AÑO

G.

Últimamente la gente anda algo aburrida, las cosas que hacen...ya no me están resultando tan interesantes. Aunque tengo que admitir que la boda que acabo en tragedia el otro día no estuvo nada mal, ver como el futuro novio mato a su hermano frente a todos por haberse metido con quien estaba a nada de ser su esposa fue magistral, y en la iglesia, además, en serio eso no estuvo nada mal. Y todo gracias a mí, ese chico debería agradecerme, lo salve de un gran tormento, de dos personas que se reirían de él todo el tiempo con su repugnante amorío.

Inevitablemente me río mientras recojo mi abrigo del respaldar de la silla y me lo coloco sintiendo el fuerte olor a cigarro que quedo impregnado el otro día debido a los lugares donde debí meterme para recabar información.

−Cielos Rose, esta cosa huele horrible, ¿no tengo otro? −le pregunto y esta se acerca a mi lado.

−No mi señor, los demás están lavando, lo lamento. −cruza sus manos sobre su abdomen bajando la mirada.

−No importa, solo lo ocupare por un momento. −le doy la espalda caminando hacia la puerta. −Voy y vuelvo.

−¿Irá a ese lugar? −pregunta deteniéndome. −¿A ver a esos internos clandestinos? −me rio.

−Internos clandestinos no suena nada mal, supongo que son algo así. −menciono sonriéndole por un momento, a Rose se le ocurren cosas realmente graciosas a veces.

−Y no... ¿no quiere que lo acompañe? −pregunta viéndome con esperanzas.

−No es necesario, lo más probable es que no sea tan genial como yo creo, las personas me están decepcionando mucho últimamente. −suelto un exhalo. −Su cobardía me esta decepcionando.

−Ah, ya veo...

−Bueno, me voy, te veo en un rato. −aseguro cruzando la puerta, en dirección hacia el lugar que cierta persona me indicó como el sitio donde alumnos internos se reúnen a realizar cirugías sin ser aun cirujanos titulados.

Descubrí a esta gente gracias a una persona que me debía cierta cantidad de dinero por uno de mis trabajos, según él, llevaba bastante tiempo con algunos problemas económicos que le imposibilitan pagarme como habíamos acordado. La verdad es que el dinero no era tanto, o quizás sí. De todas maneras, le indique a Sargento hacer el trabajo sucio como siempre, el cual no tardo en agarrar a ese tipo del cuello y llevarlo hacia el cobertizo amenazándolo con botarlo desde las alturas solo para ver como su cráneo se abría contra el suelo.

Por supuesto, grito mucho, lloro mucho, sin embargo no dejaba de decir que no tenía el dinero para pagarme en ese momento.

Estaba a punto de decirle a Sargento que lo lanzara de una vez al abismo cuando me dijo algo interesante.

−¡Espera, por favor no me mates! Tengo... ¡tengo algo que te podría interesar! ¡una información que es confidencial!

En cuanto dijo eso le indique a Sargento con mi mano que se detuviera y me acerque a él a paso lento, siempre sirve caminar lento, las personas por algún motivo se asustan más. Tan frágiles...

−Habla. −le dije mirándolo con desprecio, a esas alturas ya solo quería verlo caer.

−Hay...hay unos alumnos que se reúnen a hacer cirugías clandestinas a personas pobres en cierto lugar, guiados por cirujanos que solo están interesados en ganar dinero con la ansiedad descontrolada de esos chicos que se mueren por cortar carne. −mencionó tambaleante. −Aquellos estudiantes pagan cierta cantidad de dinero para poder introducir sus manos en los cuerpos de esas personas que no son más que ratones de laboratorio, gente pobre que solo se rinde a servirles de experimento con la esperanza de poder salvar sus vidas, pero no siempre ocurre. He oído...he oído que harta gente ha muerto.

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