Niño burbuja.

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Aclaración: este capitulo transcurre 17 años atrás, se que hay algunos hechos confusos en el, pero prometo que con cada actualización todo ira entendiéndose mucho mejor.                                                                 

17 años atrás.

Me acerco a la ventana sosteniendo mis binoculares, ya son casi las dos y media de la tarde y a esta hora siempre salen a jugar. Me gusta ver sus rostros divertidos mientras corren a través del pasto, sus miradas llenas de paz y tranquilidad y, sobre todo, ver la manera en que cierta persona se sienta bajo el gran árbol a leer un libro. Creo que esa...es mi parte favorita del día.

Miro el reloj colgado en mi pared y veo que ya son las dos y treinta, vuelvo a colocar mi vista en los binoculares y no pareciera que alguien saldrá pronto de esa puerta, maldición, estoy comenzando a impacientarme, no me gusta cuando las cosas no resultan como yo quiero.

—¡Ah, diablos! —exclamo golpeando levemente el vidrio de la ventana. —¿Por qué carajos pasa esto?

—¿Qué sucede, G? —la voz de mi mucama me interrumpe. —Te traje el almuerzo.

—¡Es que todo está mal Rocco! ¿desde cuándo se demoran más de dos minutos en salir a jugar una vez que ya son las dos y media? Siempre son muy puntuales, lo sabes. —farfullo caminando con furia hacia la bandeja de comida que suelta vapor.

—Tan solo son las dos con treinta y dos minutos G, necesitas aprender a mantener la calma. —me reprocha sirviéndome la comida tal y como me gusta, con el plato justo en medio del individual, el cuchillo del lado izquierdo de este y el tenedor del lado derecho. Pero falta algo.

—No me mires así, aquí está el vaso. —se precipita sacando el vaso del bolso perfectamente higienizado y lo llena con jugo de limón, cítrico, siempre debe ser cítrico. —Ahora ya puedes venir a comer.

Miro una vez más hacia la ventana que da a la casa, la cual no solo es mi más grande pesadilla, sino también una forma de salvación y me desenfreno cuando veo a Katia saliendo de la mano del hermano de al medio, Gevee, pero, por sobre todo, cuando veo a Zachary salir al último junto a su querido libro, caminando hacia el árbol mas grande como si nada interesante ocurriera en su alrededor. El perfecto Zachary, siempre centrado, calmado, imperturbable, él y solo él. El siendo el todo el tiempo.

No lo soporto.

Agarro los binoculares rápidamente y me coloco a observarlos tal y como hago todos los días, tan solo siguiendo sus pasos como si de eso dependiera mi vida, lamentablemente, hacer esto es una de las cosas más interesantes de mi día, no hay mucho más, excepto el momento en que a Zachary, o mejor dicho Zev, le dan clases de arco, ese también es uno de mis momentos favoritos. La manera en que todos en su alrededor aplauden cuando acierta justo en medio del obstáculo es algo increíble de ver, no pueden esconder su admiración por quien tiene los ojos más fríos que el hielo. No entiendo... ¿Qué es lo que le ven? No es más que un títere sin cabeza, siempre haciendo lo que dicen, obedeciendo, caminando sobre un hilo que solo lo lleva en una sola dirección, es decepcionante.

—Deja eso para más tarde G, tu comida se va a enfriar.

­—¡Pero es que este es el momento, Rocco!

—Ocurrirá lo mismo mañana. —aclara la mujer de unos cuarenta y tantos años quien está completamente cubierta por una bata quirúrgica y un par de guantes estrictamente sanitizados, al igual que la cofia que oculta su cabello. Esta mujer es quien se hace cargo de mi desde hace algún tiempo y por tanto es la persona más cercana a mi desde que casi tengo memoria, es rusa y además de ser una buena cocinera no se mucho más de ella, no habla de su vida privada. —Vamos, sabes que no te gusta comer la comida fría.

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