Friends

977 87 31
                                    

En cuanto llego al centro de la ciudad me bajo del vehículo de quiénes me ayudaron agradeciéndoles enormemente. Últimamente con todos los crímenes que hay las personas no suelen confiar en nadie, es un milagro que ellos lo hayan hecho conmigo.

—En serio se los agradezco.

—Descuida. Espero que puedas llegar a tu casa sin problema. —me desea la señora despidiéndose con su mano y asiento con la cabeza viendo como el conductor acelera.

En segundos me encuentro sola parada en medio de la gran avenida y no puedo evitar sentirme abrumada.

Necesito tomar un taxi a casa. Necesito llegar a mi habitación y procesar todo lo que acaba de ocurrir. Realmente estuve en peligro. Zev, él...verdaderamente pudo hacerme daño. O bueno, no él como tal, sino el ente o lo que sea que toma dominio de su cuerpo. Aquella cosa o personalidad que no lo permite vivir en paz, que está haciendo estragos en su vida de una manera tan dañina como en la mía. Aquel ente que, según Zev me confesó, desea algo de mí, pero ni siquiera él sabe exactamente qué es. Solo sabe que no es bueno y que por ello no debo permitirle acercarse.

—¡Taxi! —exclamo cuando veo un vehículo que puede sacarme de aquí. Tengo la cabeza tan revuelta que si sigo parada en medio del bullicio de tanta gente colapsaré. Necesito tranquilidad.

Durante el trayecto no hago más que mirar al vacío, analizando todo lo que sucedió desde que llegué al hotel Balwash hasta que debí correr de Zev.

Todo esto es una locura...es imposible de creer.

En cuanto llego a mi casa mi madre me recibe algo preocupada. Claramente es mucho más tarde de lo que se supone sería mi hora de llegada. Le había dicho que llegaría un poco más tarde debido a que debía organizar un trabajo con algunos compañeros, pero no tan tarde.

—¿Dónde estabas? Ya es pasada de la media noche, ¿Y por qué no respondiste mis mensajes o llamadas? Te envié varios, ¿Por qué no me has respondido?—se queja sin parar viéndome notoriamente molesta, y agradezco que al menos no note que mis ropas están húmedas. La tenue luz del living lo cubre.

—Es que...—saco mi celular del bolsillo de mi pantalón y le muestro que está muerto, porque lo está, claro que lo está después de que prácticamente me hundí con él por minutos en el mar. —Se me cayó en la taza del baño en la universidad. Decidí pasar al baño antes de venirme a casa y olvidé que lo tenía en el bolsillo trasero. Y bueno, pasó lo que pasó. —miento. —Pero es extraño, al principio sí parecía funcionar, seguramente murió después y no me di cuenta. Supongo que como estaba tan inmersa en la conversación sobre el trabajo con mis compañeros no me di cuenta hasta salir de la universidad. Y bueno, ahora estoy aquí. —agrego y noto que su expresión se alivia, ahora me mira como si no tuviera remedio. —Perdona, me preocuparé más de ahora en adelante.

Me queda viendo sin decir nada por unos segundos, como si tan solo estuviera evaluando cada parte de mi rostro en busca de algo que le demuestre que mis palabras no son más que mentiras. Pero sé fingir bien. Así que, después de unos segundos, exhala con fuerza viéndome y más calmada.

—De acuerdo, entiendo. Pero por favor desde ahora intenta estar más atenta a tu celular. —me pide. —Sabes que me preocupo cuando no te comunicas conmigo.

—Lo sé, así será. —respondo sin más acercándome al baño. —En fin, tomaré una ducha y me iré a la habitación. Mañana en la mañana deberé ir por un nuevo celular.

—Ah, pero recuerda que el anterior a ese que te compraste aún está bueno. Recuerdo que solo lo cambiaste porque quisiste, así que puede servirte por mientras.

Me volteo hacia ella algo sorprendida.

—Es verdad...lo tengo guardado en mi mesita de noche. —respondo notando que mi madre realmente tiene una buena memoria. Yo lo había olvidado por completo. —Entonces utilizaré ese mientras.

MonsterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora