Los ojos más tristes del mundo -Parte 2.

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Mis ojos se eclipsan cuando se encuentran con una imponente silueta contemplando el exterior a través del ventanal. Una silueta que acerca suavemente un cigarrillo a su boca y exhala una delgada línea de humo contra el vidrio, con tranquilidad, con... calma.

Es... desconcertante.

No sólo que este fumando cuando no debería, sino que viéndolo, pareciera que la cirugía de ayer jamás ocurrió. Que no le abrí el pecho con una navaja mientras el miedo y la desesperación corrompían cada fibra de mi piel, mientras sentía que le desgarraría hasta los huesos. Es como si no hubiese sido más que una ilusión, su postura se ve tan firme que me atrevería a jurar que por su cuerpo no ahonda el dolor, que justo en este momento no está experimentado ningún tipo de sufrir, y, eso es...imposible.

Todos en su alrededor lo observan conmocionados mientras no paran de murmurar, pero es como si él no lo notara, no los mira, no voltea a ellos ni tampoco hacia sus padres quienes se encuentran uno a cada lado de él. Su madre llora desconsoladamente aferrada a uno de sus brazos y su padre no cesa de decirle cosas en su otro extremo, cosas que pareciese no escuchar. No hace más que observar a través de la ventana, como si hubiese un imán que lo atrae a él, como si esta fuera...la primera vez que ve el mundo.

—Zachary, hijo, ¿cómo te sientes?, ¿te sientes bien? —pregunta su madre volteando su rostro hacia ella. Pero no le responde, tan solo parece observarla con la mirada perdida, de hecho, el parece...

Perdido.

Es como si no estuviera aquí, no realmente. A pesar de eso su presencia es muy fuerte, incluso más de cómo lo sentí la primera vez que lo vi, con sus ojos cerrados e inconsciente sobre esa camilla, en el lugar en dónde transcurrió mi pesadilla.

Solo puedo ver su amplia espalda y sus negros jeans ceñidos perfectamente a sus piernas, pero, aun así... no puedo apartar mi vista de él, de su cuerpo, de sus movimientos, son tan...sutiles, dóciles, incluso frágiles. Hay algo en él, algo hilarante aun cuando pareciera estar en el lugar equivocado.

—Tráeme algo para cubrir su espalda, esta frío. —ordena su madre a la empleada tras de ella, viendo a su hijo con preocupación mientras pasa delicadamente sus manos por su vendaje.

La empleada va en busca de un poleron colgado a un lado de la camilla y regresa cubriendo la espalda del desorbitado chico con cautela, pero este ni siquiera parece percatarse de su presencia.

Le da una calada a su cigarrillo y suelta una oleada de humo mucho más densa que las anteriores directo al vidrio en frente de él, haciendo que se empañe una gran zona.

—¿Quién eres? —pregunta de pronto y mi cuerpo se paraliza. Su voz es suave pero levemente ronca, esta es la primera que lo oigo hablar. Pero no se a quien está hablando, su rostro continua fijo en la ventana.

Miro a mi alrededor en busca de esa persona y me extraño al ver que todos están viéndome.

—Doctora ¿Qué espera? venga, preséntese con mi hijo —me dice el señor Ricci enarcando una de sus cejas y me siento confusa, ¿acaso es a mí a quien está hablando? Pero si él no ha apartado su mirada de la ventana en todo este rato, ni siquiera ha volteado hacia atrás, ¿Cómo podría saber que estoy aquí?

Vuelto mi vista a Zachary y siento mi corazón desbocarse cuando lo veo observándome a través del reflejo, fijamente, con análisis. Una fulminante sensación sube a través de mis piernas hasta sentirá estallarme en la cara, me siento como ardiendo en los mil infiernos, esto es vergonzoso. Quizá cuánto rato lleva viéndome así y yo sin darme cuenta, y lo peor es que estoy prácticamente hipnotizada en él desde que entre...

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