Contra la espalda y la pared

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Durante todo el trayecto solo puedo pensar en que haré cuando lo vea, y sobre todo, en qué locura estará haciendo como para que Bennet y Carl hayan venido por mí de esta manera.

Me pregunto si habrá herido a alguien, o si estará vociferando estupideces que nadie puede entender.

Debo aceptarlo, estoy algo asustada.

Me subí a este furgón con mucha confianza pero en este momento no me siento para nada confiada. Mis piernas están temblando.

El camino ahora se siente algo rocoso, el furgón se mueve de manera mucho más tosca y se que estamos a minutos de llegar.

El vehículo se detiene y oigo a los dos hombres en los asientos delanteros bajarse rápidamente. Las puertas se cierran estrepitosamente.

—¡Vamos, doctora! —oigo en mi lado derecho la voz de Bennet y siento las compuertas abrirse. —¡No hay tiempo que perder!

Dentro de nada siento como me jalan fuera del vehículo aún con las esposas y las vendas puestas. Repentinamente me las sacan.

Sus caras afligidas es lo primero que veo antes de emprender el paso como si supiera exactamente lo que estoy por hacer.

—Apresúrese, esto es malo. —Carl me impulsa hacia adelante sujetando mi muñeca izquierda y veo en su semblante mucha preocupación.

—¿Qué es lo que está haciendo? ¿Qué es lo que Zev ha hecho? —pregunto observando sus rostros, pero ninguno me responde.

—Zev...—mumura Bennet mirándome de reojo por un momento. —Ese no es Zev. Yo conozco al señor muy bien, y esa persona no es él. —vuelve a mirarme de nuevo. —¿Usted sabe lo que está ocurriendo, verdad? Usted sabe porqué el señor está actuando como un inhumano.

Me quedo callada, solo sigo caminando. La mansión ya está frente a nosotros.

—¡Hable! —me grita Bennet. —¿Qué es lo que está ocurriendo con él?

—Ahora no lo puedo explicar. —respondo justo cuando la puerta de la mansión está a pasos de mí.

—Pero usted lo sabe, ¿No? —me increpa Carl está vez. —El señor no ha parado de gritar su nombre desde hace un rato, ha destruido todo a su paso llamando por usted.

Siento mis ojos abrirse y mi corazón se detiene en seco cuando oigo un ruido estrepitoso provenir desde el segundo piso.

Miro hacia las ventanas de arriba y me impresiona ver la manera en que empleados escapan despavoridos a través de ellas buscando salir de la mansión.

—¿Que está ocurriendo? —sin darme cuenta me encuentro atravesando la entrada a la mansión y veo como muchos empleados arrancan por todas partes.

—¡Doctora! —me grita uno de ellos, un hombre con traje de mayordomo. —¡No suba! ¡Él no deja de gritar su nombre! ¡Es peligroso!

Lo sé, pero aún así no me detengo.

Comienzo a subir las escaleras con el latido de mi corazón arremetiendo contra mis entrañas. Esta en todas partes, este sonido punzante, esta sensación tan fuerte que intenta detenerme una vez más.

Pero...sencillamente no puedo. No conseguiré nada huyendo.

Piso los últimos escalones y oigo a lo lejos la voz del señor Ricci. Su tono está cubierto de terror.

—¡Hijo, por favor! ¡Por favor detente! —corro hacia su voz, hacia el lado izquierdo dónde se encuentra al final una sala de estar y cuando llego...

Quedó atónita.

Mi aire queda atorado en la garganta.

—Doc...doctora. —el señor Ricci se encuentra en el suelo sosteniendo el cuerpo de su esposa, la cual tiene sangre brotando de su boca y sus ojos cerrados. Su rostro luce terrible. —Al...¡Al fin! ¡Zachary! —grita de pronto viendo hacia el interior de la sala—¡Hijo! ¡La doctora ya está aquí! ¡Ya puedes detenerte!

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⏰ Última actualización: Mar 06 ⏰

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