Capítulo 13: Mala compañía.

135 7 13
                                    

Lucía una camisa a cuadros colores negro y rojo que estaba fuera de sus pantalones, una chaqueta de cuero negra abierta totalmente, un jeans negro que se ajustaba a sus piernas, pero no demasiado, y unas simpáticas zapatillas. Su cabello estaba alborotado y un tanto húmedo. Finalmente, sus ojos, tal vez sea idea mía pero se veían tan brillantes, más azules que nunca y me observaban atentamente bajar por las escaleras.

- ¿Y a ustedes qué les pasa? –sí, la voz de mi madre nos había hecho a ambos reaccionar, seguí bajando la escalera después de notar cómo Mark desviaba la mirada– Tú te quedas detenida a mitad de escalera y tú ni siquiera parpadeas. –prosiguió dirigiéndose primero hacia mí y luego a Mark, basta mamá, nos pones más nerviosos–

- Nada mamá, lo que pasa es que…

- No estamos acostumbrados a vernos con este tipo de ropa –Mark continuó mi oración ayudándome–

- Exacto, ya sabes.

- Claro, ya veo… –provocó un silencio incómodo– Bueno, no pierdan más tiempo. Mark, cuídala, mi esposo debería decirte esto pero aún no llega del trabajo, de todas formas él sabe que ustedes saldrán, no se emborrachen y no lleguen muy tarde, llámenme si están en una emergencia. Creo que eso es todo, diviértanse.

- Adiós mamá, procura descansar –le di un beso en la mejilla y Mark se despidió de la misma forma asegurándole que todo estaría bien–

Salimos de la casa, Mark dejó que yo lo hiciera primero y cerró la puerta tras él, luego se adelantó para abrir la reja e hizo lo mismo. Una vez completamente fuera de mi casa, me ofreció su brazo.

- Mark, por favor, no vamos a una boda –reí inocentemente por su exagerada caballerosidad que no me molestaba–

- No lo arruines, déjame hacer las cosas a mi modo, yo voy a cuidarte esta noche. –acepté su brazo sintiendo que no tenía otra opción y caminé con él a…  ¿su casa?–

- ¿La fiesta es en tu casa o…?

- No, ¿crees que vamos a irnos caminando? Mi padre me prestó el auto. –sacó las llaves de dentro de un bolsillo de su chaqueta y presionó el botón para sacar los seguros, me abrió la puerta del copiloto esperando que subiera y luego la cerró con suavidad–

- Me siento como una princesa –le comenté riendo mientras él se acomodaba detrás del volante–

- Pareces una –me sonrió y clavo sus ojos en mí por unos breves segundos–

- No te burles de mí, hace mucho no usaba ropa un poco más “formal”.

- No me burlo, es en serio, trato de decirte que luces muy bonita, voy a sentirme como el amigo feo a tu lado en la fiesta –ambos reímos por sus ocurrencias–

- Gracias, supongo. Espero que no se te pasen las copas porque de por sí dices estupideces, no quiero imaginarte bebido.

El trayecto fue prácticamente risas todo el tiempo, aunque yo trataba de no distraerlo tanto. Él iba manejando y me daba un poco de miedo, cuando pequeña fui parte de un accidente automovilístico ya que mi padre distrajo a mi madre al decirle algo, por suerte nadie falleció. Además, no sabía cómo manejaba Mark, pero no tuve quejas porque llegamos sanos y salvos a nuestro destino.

Señorita SmithDonde viven las historias. Descúbrelo ahora