Capítulo 1: "Desperdicié bastante tiempo"

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Hace ya unos 4 meses estoy deprimida, no es que me enorgullezca de eso, pero tal vez a él sí le enorgullece haberme dejado así, de cualquier forma no creo que sepa que aun en el fondo de todo ese dolor lo sigo queriendo.

Lo que más me sigue pesando es que se haya ido así, de un día a otro, sin dar mayores razones.

*FLASHBACK*

- Jessica, tenemos que hablar –dijo con esa voz tan seria que pocas veces me dirigía–

- Claro Luckey, ¿qué pasa cielo? Me estás asustando.

- Me voy a New York mañana y…

- Volverás pronto, ¿verdad? –lo interrumpí mientras mis ojos se comenzaban a cristalizar–

- No, Jessica, me iré a vivir allá. –suspiró profundamente– Las relaciones a distancia no funcionan, y lo nuestro no da para más.

- ¿Qué nos pasó, Lucas? ¿Me estás terminando? –sentí caer una primera lágrima–

- Tampoco me vas a decir que estábamos de lo mejor.

- ¡Pero yo te amo! –dije casi desesperada–

- Pero yo ya no sé si te quiero y creo que esto es lo mejor. –dijo con tono cortante– Adiós Jessica, espero que seas feliz con alguien más.

Él se fue, y me dejó ahí, sola en la calle, en tanto yo sentía que iba a inundar el lugar con mis lágrimas.

*FIN FLASHBACK*

Era cierto que últimamente no habíamos pasado mucho tiempo juntos, pero después de todo creo que un año de relación ameritaba un quiebre más delicado.

Luego de eso nunca más lo vi. Cada vez que recordaba la manera en que me había dejado, lloraba, y esta vez no iba a ser la excepción, ¿pero de qué demonios me servía? Ni siquiera lo odiaba a él, me había llegado a odiar a mí misma por no poder superar la ruptura.

Ya había llegado la primavera y yo seguía encerrada en mi habitación sin querer salir. Apenas iba a la escuela, llegaba tarde y a veces faltaba semanas completas. Mis papás me entendían, o al menos les bastaba con que no anduviera metida en nada malo y que no tuviera problemas para terminar el año escolar, así que no me molestaban porque ya se habían aburrido de tratar de animarme.

Mi rutina casi diaria era atormentarme con los recuerdos, y dormirme sintiendo las lágrimas secarse en mis mejillas. Pero esta vez iba a ser distinto.

Después de tener ese maldito recuerdo otra vez, y haber llorado como era habitual… estaba harta. Me sequé las lágrimas, me paré y comencé a hablar conmigo misma: ¡Jessica por Dios! Es totalmente injusto que sigas sufriendo por ese imbécil que te abandonó de la peor forma, mientras él seguramente ni te recuerda. Vamos a demostrarle al mundo que ya aprendiste la lección. Destruye todos esos recuerdos antes de que ellos terminen de destruirte a ti. Atrapada en este abismo perdiste a tus amigos, tenemos que recuperarlos o hacer nuevos…

Y luego de que terminé de “regañarme a mí misma”, me di cuenta de que la mayoría de esas cosas que me dije ya me las habían dicho, entre mis amigos y mi madre, pero ahora cobraban más valor para mí porque me estaba convenciendo de ellas, o eso creía. Había que intentarlo, ¿no?

Busqué mi celular por todas partes, al encontrarlo miré la hora y era relativamente temprano, fui a lavarme la cara, cepillé mis dientes, me acosté y dormí, hasta el otro día.

*-----------------------*

¡Maldita sea! ¡Hoy quería llegar a la hora!

Me levanté rápido, me duché, escogí una ropa femenina, pero a la vez a mi estilo, me maquillé ligeramente y me hice una trenza algo desordenada, ya que no alcancé a alisar mi cabello, como acostumbraba a hacerlo, antes. Hace mucho no hacía todo esto, olvidaba como se sentía preocuparte por ti.

Cuando al fin salí de casa, me fijé que la casa de al lado tenía un papel de “VENDIDA” encima del letrero de “SE VENDE”. Eso me hizo meditar en que estuve tan sumida en mi depresión que ni siquiera noté que la casa de al lado había estado en venta, o que los vecinos anteriores se habían ido. Pensé: “ojalá que los nuevos no sean de hacer mucho ruido”, reí ante mi comentario mental y me fui a la escuela.

En el trayecto hacia la escuela pensaba en lo entretenido que sería una pequeña venganza, tal vez averiguar la dirección de Lucas y mandarle una caja con una tarántula, aprovechándome de su aracnofobia, pero recordé que yo también padezco eso. ¡Qué estupideces se me ocurrían! Así me la pasé mientras llegaba, era mejor que estar lloriqueando al recordar sus cursilerías y todo lo demás. Era demasiado joven para estar así y si no me animaba yo, probablemente ya nadie más lograría hacerlo.

¿Tendrá ya otra novia? Me asaltó esa duda, pero quedó en el aire debido a que ya estaba frente a la puerta de la sala en la que me tocaba. Toqué un par de veces, y esperé a que me abrieran, cuando por fin lo hizo el chico que estaba sentado más cerca de la puerta. Entré y sentí las miradas algo extrañadas sobre mí, eso me puso un poco nerviosa y solo me dirigí al primer puesto vacío que vi.

Al momento de estarme sentando, escuché una voz desde el pizarrón.

- Otra vez tarde señorita Smith.

- (Si ancianita, otra vez tarde, pero esta vez no es por falta de ánimo, esta vez fue por estarme arreglando, aunque eso no te interesa de todas formas, lo único que te jode es que haya interrumpido tu clase captando las miradas de estos pobres que torturas con tus aburridas lecciones…) Sí, lo siento, trataré de que no vuelva a pasar. –dije con una leve sonrisa tragándome lo que pensaba–

- Eso espero. Bien, volvamos a lo que nos incumbe. Dejen de mirar a Jessica y pongan atención. –dijo girándose hacia el pizarrón–

A la hora del receso resulta que chicas del salón con las que nunca había hablado, se acercaban a mí. ¡Cómo se deja llevar la gente por la apariencia física! Esos meses que estaba hecha un desastre, me pasaba los recesos sola, leyendo historias románticas tristes, siendo que antes de deprimirme por el rompimiento estaba rodeada de “amigos”. Pero así es la sociedad, y no logras mucho si tratas de ir en contra de ella tú solo, así que bienvenido todo el que quiera conocer a la nueva Jessica.

Para que vean cómo son las cosas, hasta un chico se me acercó coquetamente a preguntarme si era nueva, estuvimos charlando un rato, su nombre era Carlos. Al parecer desperdicié bastante tiempo, pero ya no más.

No fue un mal día en la escuela, fuera de las aburridas clases que me correspondían. Hasta me ofrecieron acompañarme a casa, pero no quise, me gusta caminar sola de vez en cuando.

Al llegar a casa noté que ya se estaba mudando gente a la casa de al lado, no pensé que fuera tan rápido, bueno yo qué sé, tal vez el papel de “VENDIDA” estuvo varios días ahí pero yo apenas lo vi hoy en la mañana.

Era una familia, por lo que pude ver, un padre que tenía un chico como de mi edad y además otra chica de unos dos años más, así que supuse que eran dos hermanos y su padre viudo. Pero, ¿a mí que me importa?

Estaba buscando mis llaves para abrir la puerta de mi casa, muy concentrada, cuando escucho de cerca una voz desconocida que dice nerviosamente “Hola”. Obviamente mi vista se fue de inmediato en busca del rostro que emitió el saludo, pero no costó mucho encontrarlo. No sé cuántos segundos fueron, pero me di cuenta de que miré sus ojos azules antes de responder.

- Hola –saludé tratando de sonar natural, venía de la casa de al lado, era el chico que se estaba mudando. ¿Qué demonios quería? ¿Por qué entorpecía la búsqueda de mis llaves? ¿Cómo sabía que los chicos de ojos azules me producían algo? Esperen, ¿qué? Ugh, menos mal que nadie puede oír lo que piensas.–

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Señorita SmithDonde viven las historias. Descúbrelo ahora