- Disculpa so-soy nuevo –comenzó a tartamudear, no sé si eran sus nervios o realmente hablaba así– Vamos a… ser tus vecinos más… cercanos…
- Ah, sí, ya lo noté –fingí una sonrisa, y como estaba tardando demasiado todo esto, decidí ser directa– ¿Necesitan algo?
- ¡Si! –hizo una pausa como si pensara– Bueno, no, o sea… mira que tonto, ni siquiera me he presentado. Soy Mark, Mark Blair, nos mudamos con mi papá y mi hermana, tú, ¿eres…?
- Ah, supuse bien –murmuré– Soy Jessica Smith. Si no necesitas nada, yo… tengo cosas que hacer.
- Claro, claro, nos vemos, bueno, nos estaremos viendo, muy seguido –rió nervioso– Adiós Jessica.
Volteó y oí que murmuró algo como “Mark, qué estúpido”, y se fue otra vez a ayudar con la mudanza. ¡Qué chico más extraño!
Con la interrupción olvidé que tenía que encontrar mis llaves, abrí otra vez mi bolso y para mi sorpresa, las encontré en seguida, y antes de que Mark me hablara parecía que habían desaparecido. Abrí, entré y no había nadie.
Me fui a mi cuarto, seguro mi mamá no tardaría. Ordené un poco, mi pieza lucía como que cien niños hubieran revoloteado en ella, y yo solía ser muy organizada, pero había adquirido la mala costumbre de lanzar las cosas cuando estaba hundida en la desesperación de los recuerdos. La nueva Jessica sería casi como antes, pero no muy dulce. Acabé y ya se veía mucho mejor.
Mamá aún no llegaba así que, como no tenía hambre, me puse a arreglar las cosas para el siguiente día, para no llegar tarde otra vez, y en eso, mi celular comenzó a sonar. Era extraño porque ya nadie me escribía o llamaba, pero claro, era mamá.
- ¿Bueno? ¿Jessica?
- Si, bueno, ¿qué hay, mamá?
- ¿Ya llegaste a casa?
- Si, tú sabes a qué hora salgo de la escuela.
- ¿Tenías llaves? Qué bueno, pensé que no, me preocupé porque estoy haciendo unas compras y aun me falta.
- De acuerdo, entonces nos vemos luego. –dicho eso, colgué–
Genial, tenía un momento sola. Encendí mi computadora, seleccioné toda la música que tenía y subí el volumen al máximo. Todo iba bien hasta que comenzó a sonar esa canción, la canción que nos encantaba, la canción que oíamos siempre, la canción que él me había dedicado, no pude evitar que cayera una lágrima, pero sí podía evitar que el teatro continuara.
Pasé mi mano por la mejilla húmeda en un intento de secarla, pero mis inútiles ojos comenzaron a acumular más lágrimas, así que pasé ambas manos por mis ojos aguados. Detuve la música y me encerré en el baño.
Teníamos un gran espejo ahí arriba del lavamanos, me miré unos segundos, me parecieron horas. El maquillaje de mis ojos estaba corrido, mis pestañas caídas y mis mejillas rojas. No es que tuviera la mejor autoestima del mundo, pero sabía que yo no merecía eso. Me quité el maquillaje y lavé mi rostro, lo sequé y volví a mirarme. Ya no estaba llorando, pero si observabas más allá, podías ver la tristeza que trataba de esconder en mis ojos. Fue entonces cuando hice una promesa conmigo misma.
“Jessica, nunca, nunca más, ¿me oyes? Nunca más vamos a llorar por un chico. Prometo, prometo que no voy a permitir que nos dañen así otra vez, prometo que… no me volveré a enamorar”
A ella, a ella le hablaba, a la chica del espejo, más le valía que me hiciera caso. Cualquiera que me viera en esa situación pensaría que estoy loca, y bueno, si lo pienso bien, ¿por qué no? Tal vez todos estamos un poco locos después de todo, por lo menos Lucas estaba bastante loco para haber creído que iba a ser feliz con alguien más luego de eso.
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Señorita Smith
Teen FictionLas decepciones amorosas son de esas cosas que no pasan de moda. ¿Quién no ha sufrido por amor? Yo sí, y Jessica también. Jessica Smith es una adolescente de 17 años que tiene el corazón roto. Aunque tuvo un novio, sus experiencias amorosas no han...