CAPÍTULO 18

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Lehia

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Lehia

El viento provocado por las helices me hacen consciente de mis pensamientos. Ahora si puedo afirmar, con todo el peso de las palabras, que mi vida no ha sido nada más que una mentira. Todas esas veces que me vi mendigando el amor de un padre, en las que me vi esforzándome y desviviéndome por mantener a ese hombre orgulloso. Todo tirado a la basura. Todo en vano.

Cuando estuve en el suelo confundida, llena de dudas y con miedo, me sentí más pequeña de lo que nunca me había sentido. Un centenar de imágenes sin sentido se habían dibujado en mi cabeza, y, aunque en aquel momento no quería aceptarlo, sabía que todo eso tenía que ver conmigo.

Mis padres están muertos, fui secuestrada cuando apenas tenía tres años, viví en una pequeña colonia de Psyques en esa casita azul, el lago nunca fue una invención, fue mi hogar.

Daerien se tomó el tiempo de explicarme todo con detalle. Su poder no me quedo del todo claro, pero confió en sus palabras que, aunque sinceras, siempre están marcadas de dolor. Al menos yo me sometía a voluntad propia, pero él siempre fue sometido contra su voluntad. Si yo tengo unas pocas cicatrices, no me imagino cuantas más tendrá él, que siempre tenía que resistirse.

Soy la última en abordar la aeronave y agradezco para mis adentros que nadie mencione nada.

Cuando estuve contándoles lo que descubrí, mis extremidades no podían parar de tiritar, mis lágrimas no se detenían con nada y mis emociones estaban haciendo estragos en todo mi interior. No era una sensación bonita así que decidí ejercer control mental sobre mí misma para, una vez más, calmar mi torrencial llanto.

Funcionó. Aunque en este momento me siento pésimo, al menos pude controlar lo que parecía incontrolable. Eso también me ayudo a contenerme de matar a Moore cuando se apareció, no solo por lo descarado de su acto y más importante, de mi padre, sino también porque Daerien me contó sobre su época de reclusión en el campamento dos. Moore, lejos de ser menos violento que mi padre, es un experto en la tortura.

El helicóptero se eleva por los aires y cuando estamos a una bestial distancia del suelo me atrevo a divisar lo qué hay abajo.

Esta vez no puedo retener mi llanto y las lágrimas comienzan a resbalarse por mis mejillas. Después de tanto tiempo controlando mi mente, mi fuerza está debilitada, haciendo que mi poder poco a poco se esfume. Las emociones negativas se agolpan en mi pecho con más fuerza y los sollozos silenciosos no paran de llegar.

A pesar de que me esfuerzo para que nadie note mi estado, Blake pasa su brazo por encima de mis hombros, atrayéndome hacia su cuerpo.

—Todo va a estar bien —Blake susurra en mi odio, con delicadeza.

Mi pecho se comprime cada vez más a causa de la verdad y solo quiero caer en profundo sueño que me saque de la realidad. Pero esta vez no quiero alejarme de la consciencia.

Almas Puras | 1  [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora