CAPÍTULO 12

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El espeso humo me rodea, manchando mi blanca piel, mientras estoy petrificada en medio de una aldea desahuciada

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El espeso humo me rodea, manchando mi blanca piel, mientras estoy petrificada en medio de una aldea desahuciada. Las llamas intensas se elevan con vigorosidad, alcanzando las chozas y reduciendo a polvo cada pequeña estructura.

Frente al lago un montón de leña se arremolina, preparada para ser encendida.

El oscuro bosque se ve más tenebroso que nunca, lleno de figuras estilizadas corriendo a través de él. Las copas de los árboles dibujan un límite entre la infernal superficie terrestre y la serena noche estrellada. El cielo ostiene el faro de luz más magnifico. La luna emite una luminiscencia hermosamente mortífera; trae consigo la miseria, aunque se muestre preciosa.

En medio del fuego caótico que rodea a diferentes figuras ineludibles, soy consciente de mi presencia en medio de esta guerra. Miro mi brazo lleno de ceniza y reparo que mis uñas están mugrientas, medio embarradas de sangre y medio embarradas de tierra.

Entonces levanto el brazo reflejo del anterior y encuentro que estoy sosteniendo un arma extraña; es completamente negra, parecida a las que había en la casa donde toda una pandilla fue aniquilada.

Levanto la vista y me encuentro con una mujer corriendo en dirección contraria al lago. Parece estar gritando por misericordia, pero, como si mi cuerpo fuera esclavo de sus más míseros impulsos, mi brazo se levanta y apunta el arma hacia el pecho de la mujer. Mi dedo índice se ubica en su lugar y sin pensar aprieta el gatillo, provocando que una pequeña bala se atraviese en el lado izquierdo del pecho de mi víctima.

La mujer cae de rodillas sobre la tierra mojada,  y sus ojos parecen dejar la vida antes que su cuerpo. Cuando al fin está tendida sobre el suelo me acerco, por inercia, como si quisiera comprobar su muerte. Parada a su lado, vuelvo a apuntar el arma, esta vez hacia su cabeza, y con sevicia disparo, disparo... en su precioso rostro que al instante queda deformado.

Me aparto dando tres pasos hacia atrás, y observo cómo una energía de color blanco se arremolina sobre el cuerpo, elevándose.

Me adentro hacia el lago, huyendo del caos infernal. Mi cuerpo es tragado por el agua, y cuando el líquido sobrepasa mis hombros sumerjo mi cabeza por completo.

Al abrir los ojos bajo el agua, veo a una me figura que con lentitud comienza a acercarse a mí. No me puedo mover, no puedo huir ni renegar. Simplemente veo cómo se acerca. Con una última mirada, sigo su mano que se dirige con potencia, empuñando una espada que al final se incrusta en mi costado de forma melodiosa.

Me levanto del sueño con grito ahogado. Miro a mi alrededor y los dos Psyques que me acompañan aún duermen plácidamente, lo cual agradezco. Con la respiración agitada me pongo en pie y me asomo por la ventana.

El mismo lago, el mismo lugar, diferente sueño.

Hace días no soñaba con este lugar, la última vez quede perturbada, pero esta vez me siento aún peor. Estaba muy dispuesta a asesinar y a ser asesinada, no parecía afectarme en lo absoluto la muerte. ¿Es en serio ese el poco respeto que tengo por ella?

Almas Puras | 1  [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora