CAPÍTULO 11

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La mañana se asoma al borde de las montañas que se dibujan al final de la carretera

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La mañana se asoma al borde de las montañas que se dibujan al final de la carretera. Un hermoso sol muestra su primera luz allá en la lejanía, y genera un contrastante sinsabor en el ambiente.

Hemos estado huyendo por horas, escabulléndonos entre el bosque. Pero ahora vamos en línea recta por la desolada calle. Ningún automóvil parece atreverse a pasar, y las personas han desaparecido de la tierra. Es como si todos en el mundo supieran lo que sucedió, como si todo el mundo temiera encontrarse con tres monstruos asesinos.

Ninguno se ha atrevido a decir alguna palabra, no es como si pudieran simplemente hablarme de su vida o yo de la mía. La tensión es palpable, es extrema. La punta de mi dedo podría cortar el hilo que de forma tensa nos separa.

Después de un rato comienza a dibujarse un pequeño edificio a la derecha del camino. Al parecer es la entrada a un pueblo.

—¿No estoy delirando, verdad? —pregunta Kaeil entre un suspiro—. Ustedes también lo ven.

No puedo articular ninguna palabra; pero cuando me mira hago un asentimiento, confirmando lo que sus ojos ven.

Cuando estamos al frente del edificio hago un repaso mental para comprobar que no haya nadie a los alrededores y casi al instante confirmo que es un pueblo fantasma, al ver desolada y desgastada imagen de pequeños establecimientos y casas casi a punto de derrumbarse

Blake es el primero en entrar al edificio y nos hace una seña con la mano para que lo sigamos.

Camino por inercia, traspasando la entrada. Puedo ver un montón de escritorios a mi derecha y a mi izquierda una especie de biblioteca. Decido caminar por el pasillo que se desprende delante de mí, siguiendo los pasos de Blake. Al final hay una especie de ascensor y a la izquierda de este unas escaleras.

Blake comienza a subir por las escaleras, omitiendo el ascensor, pero lejos de acompañarlo decido abrir las puertas del aparato. Con los hilos de mi poder en mis manos, abro las puertas con un movimiento que las hace separarse, al compás de mis brazos.

—¿Qué haces?

La primera frase que se recita en mi dirección por parte de Blake es nada más y nada menos que un reproche.

—¿No es obvio? —apuntó, siendo un poco más dura de lo que quise.

Me introduzco al pequeño cubículo y cuando veo el tablero de números advierto qué hay un botón con la letra S y el número uno. La intriga me parece demasiado presente.

—Hay un sótano.

Escucho las pisadas de Blake bajando las pocas escaleras, y veo a Kaeil acercándose al ascensor.

—Kaeil tú registra arriba, Lehia y yo iremos abajo.

—No hay nadie en el pueblo, no es necesario registrar todo el perímetro — señalo.

Almas Puras | 1  [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora